lunes, 28 de agosto de 2017

Es imperioso ganar la batalla ideológica (“cultural”)

Es imperioso ganar la batalla ideológica (“cultural”)



¿Cambiemos está creando una nueva cultura? ¿Podría ganar las elecciones en octubre sin fraude? ¿La gente se está volviendo individualista? ¿Existe una batalla cultural? ¿Están tratando de eliminar la solidaridad en el seno de la población?

Que hubo fraude en las PASO de agosto de 2017, hace dos semanas, no puede haber duda. Que el fraude fue de proporciones tampoco. Que Cristina Kirchner (CFK) ganó en la provincia de Buenos Aires es indiscutible. De acuerdo con los informes sobre el recuento de votos está ganando por más de 50.000 votos y todavía falta completar el conteo.[1]

Pero las opiniones al respecto son variadas: que no hubo fraude, que hubo pero no influyó en el resultado, que Cambiemos está instalando una nueva cultura individualista en el país, que se ha convertido en un partido nacional, que lo que definió las elecciones es el muy elaborado discurso macrista, etc.

Antes que nada hay que aclarar qué se entiende por batalla cultural y qué por lucha ideológica.

Batalla cultural sugiere una lucha por obtener mayores conocimientos generales, pero se hace en abstracto, como si fuera puramente una lucha de ideas sin sustento material. Lucha ideológica se refiere a que los distintos intereses materiales de cada una de las clases sociales y sectores de clase generan determinadas ideologías para justificar y defender estos intereses. Entre éstas la única que se puede considerar verdadera es la que representa las necesidades estratégicas de la clase obrera, que al mismo tiempo representan de la forma más profunda y completa los intereses fundamentales de todos los que viven de su trabajo.

Diferenciar batalla cultural de batalla ideológica implica por lo tanto tener en cuenta los intereses y recursos materiales en juego.

Que hay que ganar la batalla “cultural” (ideológica) contra el macrismo, representante político del capital concentrado, es totalmente cierto, necesario y perentorio.

Pero que esa batalla “cultural” la está ganando el macrismo meramente con su discurso no es cierto, aunque ese discurso tiene hoy una efectividad enorme. En líneas generales la burguesía mundial lo fue elaborando y mejorando a través de siglos, y hoy se vale de la propiedad casi absoluta del aparato tecnológico de los grandes medios de comunicación, no solamente en Argentina sino en todo el mundo, para potenciar esa batalla “cultural”. Pero no solamente utiliza los medios de comunicación para comunicar mentiras, falsedades, calumnias, etc. de todo tipo, incluso hasta las más deleznables. Se vale también de todo otro tipo de delitos, como el reciente fraude electoral en las PASO, que no solamente fue una descomunal manipulación mediática, sino directamente fraude al falsear la cantidad de votos, porque no hay que dejar de tener en cuenta que si Unidad Ciudadana no estuviera controlando el recuento de los votos con toda probabilidad el escrutinio definitivo arrojaría resultados bastante similares al provisorio.

Hay que tener en claro que la batalla cultural (ideológica) no se da en igualdad de condiciones. Se la realiza sobre bases materiales sideralmente diferentes entre el macrismo y la oposición progresista y de izquierda, que con todos sus matices y diferencias coincide en el objetivo general de elevar el nivel de vida de la población, mientras Cambiemos sólo busca maximizar las ganancias del conjunto del capital concentrado internacional incluyendo su fracción local, a costa precisamente de bajar el nivel de vida de la mayoría de la población, incluyendo poco a poco también a la clase media media y la clase media alta, sectores de clase que todavía no han sentido todo el rigor del llamado “ajuste”, un eufemismo de saqueo.
La batalla ideológica que hay que dar y ganar, y a la cuál hasta ahora la oposición que está a favor del pueblo no la ha llevado a cabo en la medida necesaria, implica lograr que la mayoría de la población tenga claro cómo funciona realmente la sociedad, tarea que no es fácil ni realizable sin un gran trabajo y debate que llevará una buena cantidad de tiempo. Por de pronto tenemos que tener en cuenta los siguientes puntos:

—La existencia material determina en gran medida la conciencia.

—A medida que la situación material cambia tiende a cambiar la conciencia.

—Cambiemos está creando pobreza y miseria de abajo hacia arriba. Primero los que ya estaban en la miseria empeoran su situación, los pobres caen en la miseria, la clase media baja va cayendo poco a poco en la pobreza, la clase media media y la clase media alta van sufriendo cada vez más el deterioro de su situación económica. Por eso la conciencia actual inexorablemente va a ir modificándose a medida que más sectores sean afectados por el deterioro económico, social y democrático. Es necesario tener en cuenta la película y no solamente la foto.

—El discurso de Cambiemos hoy está engañando a mucha gente y posiblemente muchos de ellos mañana se desengañarán y su adhesión actual probablemente se transforme en un futuro cercano en un odio profundo.

—La eficacia del discurso de Cambiemos igualmente no puede subestimarse, tiene un grado elevado de influencia en una parte de la población. Se apoya en todos los sentimientos negativos y retrógados que existen soterradamente en buena parte de la sociedad, y en la represión con la que busca sumergir a la población en el miedo y la resignación.

— Frente al monopolio cuasi absoluto de los medios de comunicación por la derecha es casi imposible ganar la batalla cultural. No se puede hablar de ésta como si fuera meramente un problema de lucha ideológica en igualdad de condiciones, sino que hay que tener muy claro que es todo lo contrario, una lucha desigual a causa de la influencia de los medios de comunicación de la derecha, basado en la propiedad privada de éstos.

—Para la población en general lo que sale en Clarin, La Nacion, TN, Canal 13, Radio Mitre, etc., es la noticia, son los datos de la realidad que informa cotidianamente la prensa. No piensan que es una campaña política apoyada básicamente en la mentira, la difamación, etc. Esto es muy difícil combatirlo.
—En la oposición, tanto en el kirchnerismo, como en la izquierda, y en el resto de la clase media progresista no se ha buscado suficientemente la forma de contrarrestar la desventaja material sobre la que se asienta la lucha ideológica. Buscar la manera de vencer la influencia de ese cuasimonopolio mediático es fundamental.

—La batalla cultural de Cambiemos se apoya en la incentivación de los sentimientos más retrógados de los miembros de la sociedad: individualismo, egoísmo, falta de solidaridad, creer que cada uno sale adelante solamente con su propio esfuerzo, la “meritocracia”, la tentación de echarle la culpa de toda la situación económica a un chivo expiatorio, sin detenerse mucho a pensar, aunque es necesario tener en cuenta que la verdadera información no es la más accesible, y que para acceder a ella es necesario buscarla expresamente. Por otro lado a un gran porcentaje de la población la situación económica y las condiciones de trabajo y de vida le imposibilitan hacerlo.[2]

—No se debe perder de vista que no existe una batalla ideológica en igualdad de condiciones, esto se debe tener siempre presente en los análisis de la situación, en caso contrario se cae en el error de creer que “la gente es así” con lo cual nos colocamos en un callejón sin salida. Paulo Freire decía: “no somos así, estamos así”; nos colocan en el estado actual en el que estamos.

—La  izquierda no da la batalla cultural (ideológica) y por lo tanto la clase obrera tampoco. Faltando esto es casi imposible ganarle ésta a la derecha.

—En la Rusia de principios de siglo no pudo triunfar ni el nazismo (las centurias negras) ni el resto de las ideologías burguesas porque el partido bolchevique ganó la batalla ideológica. Esto se menciona poco y nada, pero es el pilar fundamental para el triunfo de la Revolución Rusa, y la ausencia de una política como la bolchevique fue la que permitió el triunfo del nazismo en Alemania y del fascismo en Italia, ante la claudicación en toda la línea de los partidos de izquierda, tanto la socialdemocracia como los stalinistas.
—Gran parte de la clase media ha despertado a la vida política, asume como propio el mensaje del kirchnerismo de crecimiento con inclusión social pero al ser este un movimiento de clase media no podrá ganar a largo plazo la lucha ideológica, porque fracasará en mayor o menor medida en su política de reformas, no las podrá llevar a cabo en plenitud sobre la base del Estado capitalista. Sin la intervención política de la clase obrera es imposible el triunfo.

—El capitalismo no cierra, el plan de la derecha es incompatible con la “paz social”, es tal el deterioro del nivel de vida que provocará cada vez más que solamente podrá sobrevivir creando miedo y resignación en el conjunto del pueblo.

Si no se tiene esto en cuenta se cae en la fantasía de que este gobierno puede llegar a cambiar de política solamente con lograr reclamos masivos, aunque estas movilizaciones sean imprescindibles. El capital concentrado internacional que es el que está realmente detrás del gobierno de Macri, no está dispuesto a cambiar su política y realizará todos los fraudes, represiones, amenazas, compra de funcionarios, y todo tipo de acciones deleznables con tal de mantenerse en el gobierno, sea con Macri o con otro.

—También es erróneo decir, como se lo hace habitualmente, que tal o cual candidato ganó legítimamente las elecciones por el voto popular. Si bien el kirchnerismo jugó limpio en las elecciones, y no lo hace el macrismo, ninguna elección, aún en las democracias burguesas más radicalizadas puede considerarse legítimamente democrática.

—Para que eso suceda todos los habitantes sin excepción deberían tener el mismo acceso a la información, tendrían que poder visualizar la realidad tal cual es y no caer en el engaño de la derecha, necesitarían tener los mismos medios materiales para organizar su campaña electoral, contar con una justicia realmente imparcial, debería existir un sistema de votación directa en el cual todos los ciudadanos puedan elegir democráticamente a sus candidatos, habría que elegir un gobierno realmente del pueblo, sin división de poderes entre el ejecutivo y el parlamentario, cuyos integrantes fueran removibles y reemplazables en cualquier momento, es necesario que sea un solo país y no veinticuatro estados como es actualmente, reemplazándolos por autonomías regionales voluntariamente centralizadas,[3] debería ser un solo parlamento, no tiene que existir la cámara de senadores, que siguiendo la constitución norteamericana está destinada a garantizar el poder de la clase dominante de cada provincia-estado, sería necesario una reforma constitucional, prácticamente una nueva constitución, basada en los intereses del pueblo que vive de su trabajo y no en los de la clase dominante como es primordialmente la constitución actual. Además de todo esto se deberían dar muchas otras condiciones que sería largo de enumerar y difícil de descubrir.

Si hablar de elecciones verdaderamente democráticas es falso en cualquier democracia burguesa, llamar así a las elecciones que ha ganado Cambiemos es más falso todavía. Frente al fraude de las últimas elecciones a las PASO, resurge la sospecha de que hubo fraude en las elecciones anteriores, tanto el ballotage Scioli-Macri, como las elecciones en la ciudad de Buenos Aires, y en general en todas las que intervino Cambiemos. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que hubo una diferencia amplia pero no decisiva en las primarias a favor de Scioli, y que si Cambiemos lograba realizar algunos fraudes parciales a lo largo del país podría haber ganado como ganó en el ballotaje, por un punto y medio de diferencia. Es muy posible que en las provincias de Córdoba y Jujuy, donde la diferencia fue abrumadora, el fraude haya tenido que ver en alguna medida. Pequeñas cantidades de fraude habrían sido suficientes.

—Por todo esto decir que el éxito que está teniendo en buena medida Cambiemos en la batalla cultural (ideológica) se basa solamente en la eficacia de su discurso no responde a la realidad. Ha tenido una efectividad muy importante que no se puede desconocer, pero basada en toda la serie de ventajas materiales que hemos estado enumerando, y que es imperioso encontrar cómo contrarrestarlas.

—Un movimiento de clase media, por más progresivo y bien intencionado que sea, no le puede ganar la batalla cultural (ideológica) al capital concentrado internacional dueño de todos los medios de comunicación, y de la mayoría de las empresas del país, empezando por el campo, las exportadoras y los bancos. Solamente la clase obrera tiene potencialmente fuerza para hacerlo, pero necesita la existencia de un partido verdaderamente socialista, lo que no existe en la Argentina ni en el mundo, y es muy improbable que llegue a existir en los próximos años.

—Por todo esto la batalla cultural, es decir la batalla ideológica, que es la principal, la más importante, la decisiva, es muy difícil de ganar con la actual relación de fuerzas política. El kirchnerismo por su característica de clase media no podrá hacerlo, aunque puede dar la batalla por un tiempo. Debería de transformarse e impulsar la lucha de clase del proletariado y el conjunto del pueblo trabajador, es decir, debería metamorfosearse en un verdadero partido socialista. Lo utópico de esta hipótesis es innecesario demostrarlo. Esto no quiere decir que deje de ser imprescindible para todo socialista la unidad de acción con todo el progresismo que cree en la posibilidad el crecimiento con inclusión social en su plenitud, luchando juntos para que este objetivo se cumpla al máximo posible. El único ejemplo en la historia en el que un líder democrático burgués se trasformó en socialista fue Fidel Castro, cuya política consistía en derrocar a Batista e instalar una democracia burguesa que garantizara el bienestar del pueblo.[4] Después de dos años de gobernar se convenció de la imposibilidad de hacerlo sin expropiar al gran capital y asumió esa tarea.


—La batalla “cultural” (ideológica) es imprescindible darla, pero no se puede pensar, como lo hacen muchos, que depende solamente de una competencia, en “igualdad de condiciones”, de la capacidad discursiva de la derecha, del progresismo y de la izquierda cuando las bases materiales para hacerlo son sideralmente a favor de la derecha.

—Todo el progresismo no diferencia la democracia burguesa de una verdadera democracia, y no se plantea lo realmente necesario que consiste en que todas las reformas y radicalizaciones que se vayan realizando constituyan fundamentalmente pasos hacia una verdadera revolución democrática. Además afirma que estos cambios deben hacerse desde el Estado, que es el Estado el que debe estar presente, el que garantiza el crecimiento con inclusión social. Pero actúa como si ignorara que bajo el capitalismo todo Estado es el aparato de dominación de la clase capitalista, en particular del capital concentrado, y que los distintos gobiernos pueden tener un cierto grado de autonomía política, pero en lo fundamental es el capital el que es dueño del Estado, y sin desmantelar este aparato estatal y reemplazarlo por un Estado realmente del pueblo es imposible lograr verdaderos cambios radicales a favor de la población. La cuestión del Estado es decisiva, pero el progresismo la ve simplemente como un cambio de gobierno a través de estas elecciones restringidas y desparejas de la democracia burguesa mientras se mantiene el mismo aparato de dominación estatal de la clase capitalista.

Sin ganar la batalla ideológica es imposible que la lucha de la población que vive de su trabajo logre un Estado verdaderamente democrático, porque no tendrá la conciencia suficiente de la necesidad imperiosa de realizar las tareas que se requieren para lograrlo.

Carlos A. Larriera

27.8.2017
Artículos del autor en Rebelión y wwwnudosgordianos.blogspot.com (sin punto entre www y nudos gordianos)



[1] Principalmente por los informes del programa El Destape de Roberto Navarro.
[2] Se puede leer una excelente explicación de Florencia Saintout de cómo influye el discurso mediático del macrismo sobre la población en Revista Contraeditorial, sábado 19 de agosto de 2017, año 1, nro 1, entrevista de Victor Hugo Morales a Florencia Saintout “Formo parte de una generación que en los ’90 terminó creyendo que nada se podía hacer”.
[3] C. A. Larriera, ¿Federalismo o 24 Estados?, Rebelion, enero 2016.
[4] Joseph Morray La segunda revolución cubana. Ediciones Iguazú, Buenos Aires. 1965.


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