jueves, 24 de noviembre de 2016

Ortodoxos, heterodoxos y socialistas científicos

Ortodoxos, heterodoxos y socialistas científicos



El capitalismo no cierra. No hay forma en que el capitalismo funcione bien, que no tenga crisis periódicas, ni que pueda constituir una sociedad justa e igualitaria.

Los economistas ortodoxos en realidad no son economistas. Han abandonado la fundamentación de sus posiciones reemplazándolas por postulados, y en el mejor de los casos por estadísticas; es sabido que hay muchas formas de hacer estadísticas, y que incluso se pueden realizar a conveniencia de cada sector económico. En los hechos la economía ortodoxa se reduce a ser un vocero de las necesidades del capital concentrado internacional. Ese es su único contenido. Defiende esos intereses con una teoría que no tiene ningún fundamento, son simples postulados a la medida de la conveniencia de los grandes capitales.
Los economistas heterodoxos intentan defender los intereses de la población en su conjunto. Pero intentan hacerlo dentro de los límites del capitalismo. Para ellos son fronteras que no se pueden traspasar. En el último gobierno se referían al plan económico heterodoxo como “crecimiento con inclusión social”, lo que en líneas generales representa el objetivo de todas las variantes heterodoxas. Ellos sí tienen una teoría fundamentada, aunque muy discutible. Sostienen que el estado debe intervenir en la economía para regularla en favor de la población en general. Omiten el hecho de que el Estado es el aparato de dominación de  la clase capitalista, hoy en día principalmente del capital concentrado. Lo cual revela lo utópico de su postura. Un gobierno puede lograr cierta independencia en el corto o mediano plazo, pero en el largo plazo siempre el gran capital termina imponiendo su política, porque los gobiernos heterodoxos dejan intacto lo principal del poder económico concentrado.

El marxismo, es decir, el socialismo científico, ha demostrado que el capital sólo puede ser, como el esclavismo y el feudalismo, un modo de producción coyuntural y episódico, en términos históricos.

Como sucedió en el gobierno anterior, una política económica heterodoxa puede hacer crecer la producción al mismo tiempo que mejora las condiciones de vida de la población. Pero no puede sustentarlo en el tiempo. Esto sólo se puede conseguir si se expropia al capital concentrado, acción que sólo se puede llevar a cabo con la revolución social, en el marco de una auténtica revolución democrática de todo el pueblo.

Los heterodoxos le dicen muchas verdades a la población, esto constituye un avance extraordinario en relación a la ortodoxia, pero no pueden completar el cuadro porque reivindican la conciliación de clases, lo cual implica inexorablemente un sometimiento al capitalismo, en cualquiera de sus formas. No hablan de la lucha de clases ni del origen de la ganancia  que es la extracción de plusvalía con la explotación de los obreros.

A pesar de todo, buena parte de la población ha despertado a la actividad política gracias, en parte, a la acción gubernamental heterodoxa del último gobierno. Ha sido ayudada a comprender muchos aspectos fundamentales de la realidad social, como algunos aspectos de la política del capital concentrado, etc., e intenta avanzar hacia el pleno “crecimiento con inclusión social” pero no sabe cómo hacerlo. El socialismo científico plantea que para lograr la expropiación del capital se necesita en primer lugar la elevación de la conciencia de la inmensa mayoría de la población, y ése es un objetivo permanente de toda su acción política.

El problema no está resuelto por los heterodoxos porque tienen una política en última instancia utópica, y se manejan dentro de los límites de la democracia burguesa. El socialismo científico plantea la única solución posible, pero necesita ir impulsando todos los pasos intermedios que se requieren para lograr la necesaria toma de conciencia de su necesidad en la población.

Los heterodoxos y los socialistas científicos tienen en cierto modo un enemigo común: el capital concentrado. Pero los heterodoxos confían en poder controlarlo, porque defienden el capitalismo en general, sólo que con “inclusión social y crecimiento”. De cualquier manera hay muchas situaciones en las que la unidad de acción frente a la ofensiva del gran capital es obligatoria.

Lo más importante es que gran parte de la población se ha incorporado a la lucha política con el objetivo de un “crecimiento con inclusión social”. Aunque con estrategias diferentes, ese es un punto común entre heterodoxos y socialistas científicos. Años de lucha social que tuvieron su punto más alto en 2001-2002 han producido el epifenómeno de que el último gobierno intentara, con sus limitaciones, ese crecimiento. La masa de la población que lucha por este objetivo es un movimiento progresivo, y por esa razón el socialismo científico tiene que acompañarla, ayudando a llevar a cabo las mejores reformas posibles. En ese camino inevitablemente se revelará que dentro de los límites del capitalismo es imposible lograr el objetivo. Si la  lucha es consecuente se tomará conciencia de la necesidad de adoptar la verdadera estrategia que lo hace posible. El problema es qué hacer, cuáles son las tareas concretas que ayudarán a esa toma de conciencia.

Pero ninguna de las dos alternativas es posible de llevar a cabo sin una gran revolución democrática de todo el pueblo. Y en ese marco solamente son realizables sin son impulsadas por la decisión completamente democrática de la gran mayoría del pueblo. En particular la expropiación del capital sería directamente imposible.

La discusión se centra entonces en los pasos concretos que hay que dar para que se produzca una verdadera revolución democrática. Eso es lo fundamental en este momento. Y logrado esto la heterodoxia y el socialismo científico deberán debatir para lograr para su estrategia la voluntad de la mayoría de la población. Y aceptar esa decisión, aunque no sea la propia.

Carlos A. Larriera
24.11.2016

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viernes, 28 de octubre de 2016

No es cierto que hay solamente dos maneras de financiar el déficit fiscal

No es cierto que hay solamente dos maneras de financiar el déficit fiscal




Los políticos macristas están aleccionados para repetir en todo momento que existen sólo dos maneras de financiar el déficit fiscal: emitir deuda pública o emitir moneda. Este es un discurso típico del llamado neoliberalismo, o la economía “ortodoxa”, que no son más que voceros del capital en general, y del capital concentrado internacional en particular.

Resulta notorio el machacar constante en los medios de comunicación con este “concepto”.

Por asombroso que parezca, se olvidan de la forma genuina de financiar el déficit fiscal. Sería un buen ejercicio preguntarle a la población en general, y a los representantes políticos y económicos en particular, acerca de cuál es esa tercera forma genuina. Averiguar hasta qué punto lo ignoran realmente, o por lo menos no lo tienen presente, sería importante para evaluar la situación política general. Si nos encontráramos con que la mayoría de la población afirma no conocer esa tercera forma genuina esto tendría implicancias políticas negativas.

Que el macrismo lo afirme permanentemente es comprensible, hace cosas equivalentes en todos los rubros de la economía, intentando engañar al pueblo, y en gran medida lo logra.

La forma genuina es aumentar los impuestos. El déficit o superávit fiscal es la fórmula recaudación impositiva / gasto público. Si el gasto público que se realiza es imprescindible, la única forma de evitar el déficit fiscal es aumentar los impuestos. Es tan simple que es llamativa su negación. Y más llamativo aún la falta de reacción en la población frente a una mentira semejante, y el poco comentario por parte de la izquierda y el progresismo. El desenmascaramiento de esta mentira macrista debería ser objeto de una campaña política permanente. Una campaña tan vasta e insistente que lograra que no existiera ningún ciudadano que no conociera la falsedad de no incluir el aumento de impuestos como forma de evitar el déficit fiscal. Lo que más se ve o se escucha sobre esto es algún comentario al pasar, o uno que otro artículo económico en los medios progresistas o de izquierda. Pero sin hacer eje en el tema, sin realizar una verdadera campaña de denuncia sobre la falsedad de este discurso “neoliberal”.

El tema es que eliminar el déficit fiscal aumentando impuestos está contenido en la propia definición. Si se sabe lo que es el déficit fiscal no se puede no saber que hay dos soluciones genuinas: bajar el gasto público o subir la recaudación impositiva. Si el gasto público fuera injustificado se lo debería bajar. En el caso de que sea necesario, incluso imprescindible para el bienestar de la población no se debería bajarlo, incluso podría ser necesario aumentarlo, como lo es en la práctica. En este último caso habría que aumentar la recaudación impositiva.

Los impuestos no pueden ni deben ser incrementados a la franja más pobre de la población. Pueden aumentarse al sector de la clase media que tiene una buena capacidad de ahorro. Pero fundamentalmente deben aumentarse a los ricos, a las grandes empresas agropecuarias, industriales, comerciales bancarias y financieras no bancarias.

Existen 400.000 millones de dólares de argentinos en el exterior, la mayor parte perteneciente a grandes empresas o grandes empresarios individuales. Se ha dicho insistentemente que una reserva del Banco Central de 40.000 millones de dólares sería suficiente para que el país no tuviera problemas de restricción externa. Esos 40.000 millones serían la décima parte de lo que existe en el exterior propiedad de argentinos ricos. Si se cobrara el 10% de los 400.000 millones de dólares que están en el exterior se solucionaría el problema de la restricción externa y del déficit fiscal. No cambiaría nada, los ricos seguirían siendo ricos. Por otro lado, si se le aumentaran los impuestos a la clase media con capacidad de ahorro, su nivel de vida se vería afectado en mayor o menor medida.

Pero ni siquiera sería necesario repatriar el 10% de los dólares que están en el exterior, no resulta aventurado afirmar que si se redujera en muy pequeña medida la evasión impositiva de las grandes empresas, tanto de la “ciudad” como las agropecuarias, se lograría un cómodo superávit fiscal.

La conclusión es que no existe un verdadero déficit fiscal. Sería verdadero si no hubiera posibilidad de recaudar lo suficiente para pagar el gasto público necesario e imprescindible para la vida de la población. Si es suficiente con retornar el 10% de los 400.000 millones de dólares de argentinos en el exterior o eliminar un mínimo de la evasión impositiva de las grandes empresas, no se puede hablar de verdadero déficit fiscal. Hacerlo significa aceptar como algo natural e inmodificable la evasión impositiva y la fuga de divisas. Significa aceptar todas las exigencias del capital concentrado internacional, con lo que, obviamente la forma genuina, aumentar los impuestos, estaría omitida y ninguneada.[1]

Siempre mantiene actualidad la frase pronunciada por el actor Kevin Spacey en la película Los sospechosos de siempre, de Bryan Singer: “El mejor truco del diablo es hacerle creer al mundo que no existe”. Sólo hace falta reemplazar la palabra “diablo” por “capital concentrado”.

En definitiva, los ricos son intocables, evaden impuestos y fugan divisas con total impunidad. Lo grave es que esto está naturalizado, hasta tal punto de que ni siquiera se considera la posibilidad de aumentar la recaudación sobre los ricos. Obviamente, si se permite que ellos dominen a su libre voluntad, no hay política económica que sea sustentable.

Carlos A. Larriera

28.10.2016


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[1] Existen sólo dos maneras de financiar el déficit fiscal: emitir deuda pública o emitir moneda”, Ramiro Castiñeira, El Cronista, 21.3.2013, http://www.cronista.com/opinion/El-deficit-fiscal-termina-en-deuda-o-inflacion-20130321-0026.html

jueves, 27 de octubre de 2016

La izquierda actual y el contraste entre kirchnerismo y macrismo

La izquierda actual y el contraste entre kirchnerismo y macrismo

ocuopacion vs. desocupacion

Algo imperdonable en la izquierda actual es ignorar que la gestión del anterior gobierno —por más burgués que éste fuera— que contrastada con la del gobierno actual, proporciona a las masas una experiencia concreta que les permite en gran medida entender buena parte de la situación económica y política que estamos viviendo en la Argentina, y por extensión en el planeta. Las limitaciones burguesas del kirchnerismo no cambian el fondo de la cuestión. El hecho de que su proyecto no sea sustentable en el tiempo dentro de la democracia burguesa, menos aún con el grado de concentración económica que atraviesa el mundo, no impide que una enorme cantidad de temas fundamentales para la elevación de la conciencia económica y política de la población hayan sido instalados por el gobierno kirchnerista. Lenin diferenciaba muy bien a los distintos sectores de la burguesía. El marxismo así lo exige. No se puede ser marxista y revolucionario si no se diferencian estos sectores. Incluso proponía la unidad de acción —coyuntural y episódica— con la pequeña burguesía verdaderamente democrático revolucionaria en el período de la revolución democrática, alianza sin la cual el éxito de esa revolución no era posible. Por supuesto que manteniendo la independencia política y organizativa del partido, sin fundirse con las organizaciones de los demócratas revolucionarios.

El kirchnerismo no es revolucionario, y así lo ha afirmado claramente en numerosas oportunidades. Su contradicción principal radica justamente en que pretende reformas que no pueden lograrse de manera más o menos sustentable sin una revolución verdaderamente democrática. Pero ahí reside asimismo su mérito: incorpora a gran parte de la población un conjunto de reformas imprescindibles, logra que muchos vean que “otro mundo es posible”¸ pero lucha por ese otro mundo respetando a rajatabla las limitaciones de la democracia burguesa. La tendencia que surge inevitablemente es que gran parte de ese pueblo tienda a superar espontáneamente estas limitaciones, a medida que la imposibilidad práctica de llevar adelante el objetivo de “crecimiento con inclusión social” se torna más evidente. La contradicción entre la política económico-democrática-social del anterior gobierno con las limitaciones de la democracia burguesa, y el contraste con las políticas del actual gobierno macrista, tiende a desarrollar la conciencia económica y política de la población. Impulsa a esa parte del pueblo —en mayor o menor medida— hacia la revolución democrática. Hasta qué punto esta tendencia se radicalizará y se volverá masiva es apresurado aventurarlo. Pero esta tendencia existe, inevitablemente. Ayudar con la propaganda (explicación), la agitación y la acción a que esta tendencia se radicalice efectivamente, es obligación ineludible de una organización política verdaderamente marxista. En esta coyuntura es necesario luchar para concretar una asamblea constituyente verdaderamente democrática de todo el pueblo.

Carlos A. Larriera

27-10-2016

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miércoles, 28 de septiembre de 2016

La necesidad de inventar un enemigo

La necesidad de inventar un enemigo



Muchos gobiernos intentan inventar un enemigo, con la finalidad no explicitada de “justificar” la represión interna —a su propio pueblo— y la invasión y destrucción de otros países.

La demolición de las torres gemelas es uno de los máximos ejemplos de esta política, dado que probablemente fue un autoatentado. Al quedarse sin el supuesto comunismo soviético como discutible principal enemigo, EEUU necesitaba inventar otro, que finalmente fue “el terrorismo internacional”.
Al alegar la existencia de este enemigo, el estado norteamericano buscaba, por  un lado, “legitimar” las agresiones militares a otros países, como en el caso de Irak, invasiones que sólo tenían en realidad un objetivo económico, el saqueo para aumentar la masa y la tasa de ganancia de los grandes conglomerados empresarios, y ocupar territorios con la finalidad de posicionarse mejor para una futura agresión hacia China y Rusia. Y, por el otro, poder reprimir internamente sin afectar —en apariencia— los derechos democráticos fundamentales, lo que tiene un cierto parecido con una situación de guerra, en la que el Estado toma medidas dictatoriales con la excusa del conflicto bélico.

Esta política se viene repitiendo continuamente desde la caída de la URSS, pero no es una novedad. Es ampliamente conocido el caso de Pearl Harbor, en el que todo indica que EEUU permitió el ataque a esa base naval y militar en Hawaii, de manera de encontrar una “justificación” para entrar en la Segunda Guerra Mundial.

La probabilidad de que EE.UU. haya tomado la decisión de realizar un autoatentado en las Torres Gemelas se comprende mejor si se compara la dimensión del genocidio y destrucción de Medio Oriente —Irak, Siria—, etc., con el horror de la matanza de 3.000 personas (y 6.000 heridos) el 11-S de 2001 en Nueva York. ¿Qué escrúpulos pueden tener para matar 3.000 quienes están matando cientos de miles en el exterior? Si tenían ese plan genocida, el autoatentado de las Torres Gemelas tiene completa lógica: lo necesitaban para llevarlo adelante. Un artículo de Tom Engelhardt[1], si bien por un lado cree que fue un atentado, por el otro proporciona un informe muy detallado del grado de destrucción que ha producido EEUU en Medio Oriente, la infinidad de bombas de varios tipos que han arrojado, etc. Leyendo ese informe, al ver la dimensión del genocidio, no puede haber duda de que EEUU tenía planificado hacer lo que ha hecho y sigue haciendo en Medio Oriente antes de las Torres Gemelas, y que solamente lo pudo llevar a cabo utilizando como excusa —muy convincente por el tamaño de la tragedia— a esa masacre.

De todos estos autoatentados y similares hay multitud de pruebas producto de distintas investigaciones de personas que se animaron a hacerlo. También está permanentemente desmentido por el poder dominante su carácter de “autoatentados” o equivalentes. Pero lo que es evidente es la lógica de éstos. Está fuera de discusión que EEUU necesitaba crear un nuevo enemigo y eligió el terrorismo. Refuerza esta interpretación recordar personajes como Bin Laden, el ex-jefe de la organización terrorista Al Qaeda, que era el mismo que trabajaba para la CIA en Afganistán. ¿Quién puede decir fehacientemente que Bin Laden no siguió trabajando para la CIA en Al Qaeda, mientras fue su jefe?

Parece evidente que todos o la mayoría de los movimientos terroristas en el mundo, son creados por servicios de inteligencia en especial de EEUU e Israel[2]. Si los crean de la nada o se infiltran en algunos que ya existen no cambia el fondo de la cuestión. En el caso del terrorismo “musulmán” se puede suponer que utilizan, manipulan a muchos integrantes de estas organizaciones para llevarlos a cometer los atentados.

Pero los ejemplos de invención de un enemigo son innumerables y se pierden en el fondo de la historia, antigua, media y contemporánea. En el capitalismo existen desde que éste alcanzó cierto grado de desarrollo.

La razón de esta creación de autoatentados es la necesidad del capital concentrado de los países con más desarrollo capitalista de aplicar su política de saqueo y genocidio en todo el mundo ocultando su verdadero sentido, persiguiendo opositores y creando miedo en toda la población para poder controlarla.
Como en el caso del actual gobierno argentino, no pueden decir cuál es su verdadero objetivo, y necesitan culpar a un tercero.

El caso del nazismo contra  los judíos y otros es característico. Pero no se trata de una oposición absoluta entre nazismo y democracia burguesa (en cualquiera de sus grados de profundización parcialmente democrática). Todos estos estados y gobiernos representan la dictadura del capital y en la actualidad principalmente del capital concentrado, y no pueden evitar disciplinarse en mayor o menor medida a los términos de su política.

El caso de la guerra es también paradigmático. Los distintos gobiernos capitalistas han utilizado las guerras para fomentar el nacionalismo reaccionario, frenar y desviar la lucha de clases, y reprimir a los que persisten en distintas protestas bajo la acusación de traición a la patria. Nosotros tuvimos un ejemplo menor con la Guerra de las Malvinas.

El gobierno de Cambiemos también necesita crear un enemigo que asuste a la población y le “permita” la represión a todo opositor. En el Diario Registrado del pasado domingo 11 de septiembre  se relata:

“El secretario de Seguridad de la Nación, Eugenio Burzaco, sostuvo que "un trabajo profundo" de las fuerzas de seguridad habían permitido detectar "argentinos que se han formado" en el grupo terrorista Estado Islámico, pero luego lo negó y aseguró que se había referido simplemente a "una línea de investigación".” 

El gobierno macrista está continuamente probando formas de reprimir y de crear un enemigo para justificarla. Ésta es una más.

Es la misma necesidad en los principales países capitalistas de todo el mundo, llevar adelante su política de saqueo sin que el pueblo tome conciencia de lo que se trata realmente, reemplazando la responsabilidad del capital concentrado y su gobierno por la del enemigo que hayan logrado instalar.

En nuestro país es fácil de comprender. ¿Cómo hace este gobierno para impedir las crecientes protestas del pueblo sin reprimirlo? ¿Y cómo lo reprime sin que se produzca una reacción mayor en toda la población? Se puede citar el ejemplo de la revolución iraní de 1979, que mientras más ametrallaban a las manifestaciones contra el Sha, más crecían y se multiplicaban.

Inventar una guerra, un enemigo terrorista, o enemigos más o menos semejantes es un recurso para cambiar la conciencia de la población y frenar su creciente rebelión. 

América Latina es el continente más pacífico en cuanto a la guerra entre naciones. En nuestro país la necesidad que tienen de inventar un enemigo es todavía mayor que en otros países porque aquí no hay conflictos étnicos graves, ni religiosos, ni con países limítrofes, etc., y por lo tanto no se pueden incentivar este tipo de enfrentamientos y utilizarlos como excusa para crear una dictadura más o menos camuflada bajo la apariencia de “democracia”, ni para justificar la represión interna, como pasa hoy en EEUU y Europa. Hay que inventar algo. Y como todavía no se ha inventado un enemigo terrorista para el país, hablar de supuestos “argentinos formados en el Estado Islámico” es uno de los intentos para lograrlo. Qué grado de desarrollo tendrá esta línea de engaño no se puede saber. Pero si acusan a algún ciudadano argentino de ser, de alguna manera, miembro del ISIS, ¿cómo pueden tener certeza el resto de los ciudadanos de si esto es verdadero o falso?

No se puede descartar que, en algún momento, el capital concentrado internacional llegue al extremo de instrumentar atentados como los de la Embajada de Israel o la AMIA.

No es cuestión de anticiparse previendo hechos que tal vez no sucedan, pero es necesario estar prevenido, porque algo tienen que inventar. En nuestro país también necesitan fabricar un enemigo, porque es un gobierno que responde a los intereses del capital concentrado internacional, cuya política, aquí y en todo el planeta, tiene la misma necesidad de saqueo, y en muchos casos utilizan el autoatentado para “justificarla”.

Es necesario que la población esté prevenida, que desarrolle anticuerpos contra estos operativos, impidiendo que puedan someternos, manipularnos y reprimirnos.


Carlos A. Larriera

28.9.2016Principio del formulario
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[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216768, 16-09-2016, Una visión retrospectiva del 11-S: quince años de guerra aérea de Washington, ¡Bombas lanzadas!, Tom Engelhardt.

[2] Ver en el artículo Elementos fascistas en el macrismo, de Carlos A. Larriera, Rebelión, las llamadas 19 y 20 en que figuran los links relacionados con el tema.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216697, 14-09-2016, El 11-S y los nueve objetivos de la ocupación de Afganistán, Nazanín Armanian.

http://tiempoar.com.ar/articulo/view/60051/las-diversas-hipa-tesis-que-se-apoyan-en-el-autoatentado, Domingo 11 de Septiembre de 2016, Edición 2082, Torres Gemelas, 11S, 15 años, Las diversas hipótesis que se apoyan en el autoatentado.

http://tiempoar.com.ar/articulo/view/60050/para-controlarte-mejor-por-telma-luzzani, Sábado 10 de Septiembre de 2016, Para controlarte mejor, por Telma Luzzani.


lunes, 5 de septiembre de 2016

El plan de saqueo (que no es “ajuste”) no va a cambiar

El plan de saqueo (que no es “ajuste”)[1] no va a cambiar



Muchos opinan que este gobierno debe corregir “errores”, como, por ejemplo, el tarifazo. Piensan que deben hacerse modificaciones en el plan económico para que “cierre”, para que promueva el bienestar de la población. Es ingenuidad, ignorancia o complicidad, porque aunque el gobierno se vea obligado a cambiar algunas medidas por razones tácticas, su plan económico general es éste, y no puede cambiarlo. No lo puede hacer porque no es el programa de Macri o del macrismo, es el programa del capital concentrado internacional. [2]

Si la protesta social termina por apartar del gobierno a los macristas, el capital concentrado se encargará de reemplazarlo por otros, en este caso hoy la posibilidad mayor está en Massa y el Frente Renovador. Lo que es seguro es que el capital concentrado no renunciará a gobernar directamente, ni va a permitir que el kirchnerismo gane las elecciones del 2019. Para impedir esto recurrirá al fraude mediante el voto electrónico o cualquier otro recurso, pero mantendrá un gobierno fiel a sus intereses.

Es necesario pues tener esto claro y descartar las opiniones de todos aquellos que consideran “errores” las políticas actuales del gobierno.

Si este es el único plan que tiene el capital concentrado, ¿Cómo va a lograr que la protesta social crecientemente masiva no imponga sus reclamos? Aumentando la represión, atemorizando cada vez a mayor cantidad de movilizados, logrando sumir en la impotencia y la resignación a la mayoría del pueblo. Y para esta tarea el accionar de las fuerzas de choque de tipo nazi o fascista, es fundamental.[3] El capital concentrado no puede imponer su plan sin lograr el aplastamiento de la resistencia popular. Esta es la estrategia que tiene para garantizar su proyecto económico. Si no lo logra no podrá imponerlo.

Para esta tarea el gobierno necesita desesperadamente fabricar un enemigo a quien responsabilizar de todas las consecuencias antipopulares de su política económica. Primero fue la pesada herencia, ahora impulsan la idea de que el kirchnerismo quiere desestabilizar al gobierno, e incluso que está preparando un golpe de estado.

Relacionado con este fin el gobierno está impulsando un centro de detención para personas migrantes.[4] Responsabilizar a los que vienen del extranjero a trabajar al país, culpándolos entre otras cosas de la desocupación es algo que también se está haciendo desde hace tiempo en Europa.

Desde el punto de vista táctico el gobierno no evaluó adecuadamente la dimensión de la movilización y protesta popular que provocaría la aplicación de sus medidas económicas. Era evidente, para cualquiera, que un tarifazo absolutamente impagable obligaría necesariamente a la gente a movilizarse en contra.

A pesar de que era previsible que el tarifazo despertaría inevitablemente la protesta generalizada el gobierno lo realizó igual. De cualquier manera el tarifazo es una necesidad objetiva del capital concentrado y cualquiera sea la táctica a emplear de ahora en adelante, tratarán de imponerlo.

También es importante que toda la población tome plena conciencia de la relación entre la devaluación y  la apertura de las importaciones con la inflación y la desocupación.

Ahora ¿por qué el único plan económico que puede tener el capital concentrado implica someter a la pobreza, la indigencia y la desocupación a la mayoría de la población? ¿Qué es un plan económico? La conciencia general piensa que este plan (y todos los planes económicos) tiene, como objetivo central mejorar el bienestar de la población. Esto se relaciona con que, en general, se piensa lo mismo de los gobiernos. Por eso mucha gente le recomienda al  gobierno que cambie algunas medidas, que cambie el rumbo, etc.; cuando esto lo hacen políticos y muchos periodistas generalmente saben que mienten pero su objetivo es mantener engañado y en la ignorancia al pueblo sobre la verdadera finalidad del plan económico.

En los medios de comunicación progresistas se ha repetido permanentemente que es un gobierno para los ricos, o que gobiernan los ricos para los ricos. Pero una gran parte de la población no tiene conciencia de esto, y en particular una gran parte de los que votaron a Cambiemos. Todos los gobiernos en lo fundamental gobiernan para los intereses del capitalismo y no para los intereses del pueblo, que son opuestos. Algunos gobiernos son directamente cómplices, otros no, pero ceden permanentemente a las instrucciones del capital, y los que tienen mejores intenciones, como los populistas progresistas, al estilo del último gobierno, pueden hacer muchas reformas a favor del pueblo, pero no pueden impedir que el funcionamiento general del país responda a las necesidades del capital concentrado. Todo esto significa que lo habitual consista en que los planes económicos no se hacen para beneficiar al pueblo sino al capital.

El verdadero fin de este plan económico es aumentar la tasa de ganancia de los conglomerados[5] empresarios internacionales, el capital concentrado, sin importarle las consecuencias sociales que produzca, siempre que pueda controlarlas o aplastarlas. Tradicionalmente el capital piensa en su ganancia y le deja a los respectivos gobiernos que se encarguen de la situación social. Esto no es opinión antojadiza, es la economía ortodoxa que se enseña en forma exclusiva en la mayoría de las universidades del mundo en la carrera de economía. Un ejemplo clásico es la desocupación. Son las empresas las que despiden gente. Cuando los despidos son en gran escala la consecuencia es la desocupación. Pero las empresas no toman la desocupación como un problema de ellas —a pesar que la han generado— sino del gobierno. Hoy están los empresarios o sus representantes gobernando directamente y como consecuencia la política gubernamental tiene como objetivo exclusivo aumentar las ganancias empresarias, con el mismo criterio que la empresa individual. La única “función social” de las empresas es preocuparse por sus ganancias. El resto es tarea de los gobiernos. Lo que se omite aquí es que la economía está en manos de las empresas y no de los gobiernos. ¿Cómo van a tener la totalidad de la responsabilidad los gobiernos si toda la economía está en manos privadas, de empresarios?

El Estado es una maquinaria de dominación de la clase capitalista sobre el conjunto de los trabajadores y el pueblo en general. Algún gobierno puede tener intenciones favorables al pueblo y realizar reformas con ese objetivo, como en alguna medida lo hizo el kirchnerismo, pero no pueden modificar el aparato de dominación burguesa en cuanto tal.

La razón fundamental por la cual el capital concentrado no puede cambiar lo esencial de su plan económico es que en el mundo existe una gran baja de la tasa de ganancia, a lo que se agrega como consecuencia, una crisis de superproducción[6]. El gran capital necesita ganar lo más posible en los países periféricos —aunque esto signifique tasas de ganancia descomunales en esos países— para elevar la tasa de ganancia general de sus conglomerados internacionales aunque sea en pequeña proporción.[7] Y también la crisis de superproducción los lleva a tratar de vender en la periferia, por eso se abren las importaciones, se importan muchos productos de los cuales existe producción propia en el país. Al capital concentrado no le conviene la existencia de PyMES que compitan con sus ventas en el mercado local. El tamaño de los conglomerados es tan grande —algunos son dueños o tienen el control de 2.000, 3.000 empresas o más— que no tienen otra alternativa que el saqueo si quieren sobrevivir como conglomerados empresarios, como capital concentrado. Como personas tienen riqueza acumulada[8].

O sea que el capital concentrado no tiene ni puede tener una política progresista buscando un mejor bienestar general, aquellos que le piden corregir los “errores” están pidiendo un imposible.

Una victoria definitiva contra el capital concentrado no se puede lograr sin revolución social. Es necesario que todas las luchas tengan claro que es al plan del capital concentrado  internacional, representado por el gobierno, al que tienen que enfrentar.

La lucha del pueblo puede frenar por un tiempo esta ofensiva, pero es necesario que surjan dirigentes capaces de elaborar la orientación general, porque las limitaciones de los dirigentes kirchneristas y de las conducciones sindicales más o menos combativas es muy grande, insuficiente para contrarrestar todo el poder estatal dominado por el capital concentrado internacional.

El componente espontáneo de todas las movilizaciones que se dan a lo largo y ancho del país es predominante. No es verdad que las movilizaciones son generadas por el kirchnerismo para desestabilizar. En general las fuerzas sociales progresistas y de izquierda participan, pero las protestas y movilizaciones son principalmente espontáneas. El gran capital intentará quebrar estas protestas, someterlas a la impotencia. Tiene una experiencia histórica acumulada que el pueblo no tiene en la misma medida. Y tiene dinero, tiene el aparato represivo y apaña —a las que genera más o menos clandestinamente— a las fuerzas de choque. En los últimos tiempos en todo el mundo se ha agudizado algo que siempre hizo la burguesía: utilizar los medios de comunicación para engañar a la población y manejarla para el lado que le conviene, que en este momento es inducir el enfrentamiento de una parte del pueblo con la otra.

El capital siempre tendrá múltiples maneras de instalar en la población una interpretación de los hechos que favorezca a sus intereses. En toda Europa la crisis desatada por el capital está siendo vendida como responsabilidad de los inmigrantes, del terrorismo[9], etc., y gran parte de la población europea cree en esa versión y actúa en consecuencia.

Además el capital cuenta con los servicios de inteligencia, que preparan permanentemente operativos inventando enemigos, con la complicidad de gran parte del poder judicial. Los medios de comunicación dan a conocer una acusación contra alguien de la oposición, sin ningún fundamento y los fiscales y jueces inmediatamente inician procesos judiciales contra los denunciados.

Una gran parte de la población cree que Clarín y sus radios y canales de televisión, y el diario La Nación, son “la información periodística” objetiva de los hechos. Si estos medios lo dicen, es verdad. Esa parte del pueblo no ve la realidad, sino una ficción.

La ofensiva del capital concentrado internacional es a nivel mundial; en América Latina contra todos los gobiernos progresistas populistas, el golpe “parlamentario” contra Dilma Rouseff lo certifica. Es incluso probable que en EE.UU., por sus características, la persecución a Hilary Clinton, que es representante política de este capital concentrado, revela hasta dónde llega su ofensiva. Por las mismas razones se ha desarrollado la destrucción del estado de bienestar en toda Europa, con Grecia como ejemplos más notorio.
El pueblo argentino ha demostrado y sigue demostrando capacidad de lucha, movilización y resistencia. Que surjan grandes dirigentes y no se dejen engañar por el poder dominante es fundamental. La tarea del proletariado y de todos los trabajadores debe tener como objetivo estratégico impulsar una revolución democrática de todo el pueblo, que desarme todo este aparato estatal represivo, mediático, parlamentario, y judicial, logrando una verdadera democracia de todo el pueblo.

Carlos A. Larriera
 28.8.2016




[1] Ajuste significa ajustar algo que está desajustado y por lo tanto no funciona bien. Los que están en contra de la política macrista usan la palabra en el sentido de que es perjudicial contra el pueblo. El término está generalizado, pero no se debería usar, porque en los hechos también contribuye a que el pueblo crea que hay algo que está desajustado.
[2] El pueblo argentino no conoce lo que es Macri, Carlos A. Larriera, Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205320, 05-11-2015
[3] Pogroms, patotas y otras variantes de fuerzas de choque fascistas o proto-fascistas, Carlos A. Larriera, Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=141196.
26-08-2016, Elementos fascistas en el macrismo, Carlos A. Larriera. Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215972

[4] 28 agosto, 2016, No a la creación de centros de detención de personas migrantes en Argentina, http://kaosenlared.net/argentina-no-a-la-creacion-de-centros-de-detencion-de-personas-migrantes-en-argentina/
[5] Unos pocos cientos de corporaciones, que a la vez extienden su control sobre otros miles de empresas gracias a participaciones en su capital accionario, dominan la producción mundial.” Capitalismo siglo XXI: un mundo menos plano que nunca, Esteban Mercatante, Ideas de Izquierda n° 14, pág. 27. http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/wp-content/uploads/2014/10/27_29_Mercatante.pdf
También ver Peter Nolan y Jin Zhang, “Global competition after the financial crisis”, New Left Review 64, julio-agosto 2010. Y 12. Stefania Vitali et. al., “The Network of Global Corporate Control”, PLoS ONE, Volume 6, Issue 10, Zurich, octubre 2011, citados por Mercatante en ob. Cit.
[6] La competencia intecapitalista lleva a la elevación de la productividad y a la concentración económica, lo que eleva cada vez más la cantidad de mercancías que se ofrecen en el mercado, pero al mismo tiempo el capital contrata menos mano de obra —en proporción al total del capital invertido— a medida que maquiniza la producción, y el consumo solvente disminuye produciéndose un excedente de producción, que no es excedente en relación a las necesidades humanas, sino en relación a la capacidad de compra de la población.
[7] La tasa de ganancia es el total del plusvalor dividido por el total del capital invertido, y como este es enorme en un conglomerado internacional, el plusvalor extraído de los países periféricos generalmente eleva en pequeña proporción de la tasa de ganancia del conglomerado a nivel mundial.
[8] 146 accionistas controlan el 40% del valor total de las empresas, Quién controla el mundo: las 10 empresas que participan en más de 40.000, Narciso Pizarro, El Salmón Contracorriente, 02-04-2016.
               
[9] El principal terrorismo es el impulsado por EEUU para justificar su política de saqueo a nivel mundial. Ver en el artículo Elementos fascistas en el macrismo, de Carlos A. Larriera, Rebelión, las llamadas 19 y 20 en que figuran los links relacionados con el tema.