domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Cómo puede ser que perdimos?

¿Cómo puede ser que perdimos?



¿Cómo puede ser que perdimos? ¿Dónde estuvo el error? ¿Qué es lo que se hizo mal?, son las preguntas que se están haciendo todos los que votaron al Frente para la Victoria.

La respuesta más general a estas preguntas es que dentro de los límites de la democracia burguesa, enmarcados dentro de las actuales instituciones democrático burguesas fue muy difícil evitar acontecimientos como el que pasó, la derrota electoral.

No era imposible, se podría haber logrado otro período presidencial, lo cual hubiera dado tiempo para profundizar los avances logrados, elevar para muchas más personas la conciencia de la realidad, y aumentar las posibilidades de ganar otra futura elección.

Debido a los límites de la democracia burguesa una derrota electoral siempre será una amenaza latente. De la misma manera que también estaría en permanente riesgo la interrupción del actual “proyecto” por los muy diferentes ataques que llevaría adelante la oposición de derecha.

Antes que nada hay que reivindicar todo lo logrado por doce años de gobiernos kirchneristas. No corresponde reseñar aquí todas las mejoras obtenidas, hay que subrayar que la política de hacer obras a favor del pueblo fue una estrategia muy acertada que construyó al actual kirchnerismo como tal, impulsó el surgimiento de una masa muy importante de la población que adhiere fervientemente a todo el proceso de reformas, que se moviliza y lucha por mantenerlas y mejorarlas, personas honestas, realmente comprometidas con los esfuerzos por avanzar con el “proyecto”. Ese capital humano es un tesoro que hay que preservar a toda costa. Y el requisito más importante es mantener la unidad en la lucha.

Los méritos de Cristina y sus mejores colaboradores son varios. Por primera vez desde un gobierno se hizo tanto para elevar la conciencia del pueblo. Los discursos de la presidenta y muchos de sus ministros denunciaron al principal enemigo, el capital concentrado, explicaron muchas de sus maniobras y resistieron muchas de sus embestidas. Nunca antes había sucedido nada igual; no con la dimensión y la claridad con que se habló y actuó desde el gobierno. Algo similar en el caso de los derechos humanos. Ahora el pueblo sabe muchas cosas que antes no sabía, y orientará su lucha ayudado por esos conocimientos.

Por otro lado, el gobierno se mantuvo a favor del capitalismo, pero “de crecimiento con inclusión social”, reivindicó la conciliación de clases y en ese sentido colaboró en mantener la confusión en las conciencias populares.

Una pregunta surge inevitable: ¿Cómo se puede dejar el aparato estatal burgués en manos de los representantes más encarnizados del capital concentrado? ¿Cómo se puede dejar el gobierno por respeto a las formalidades burguesas electorales?

La garantía de la democracia no radica en que haya límites en la reelección, sino en asegurar que la población tenga el acceso más absoluto a la información que le permita conocer la realidad tal cual es, de esa manera no puede equivocarse en el voto.

El kirchnerismo es la continuación de la ideología de la JP del ’70, de la JP en general, la creencia que se puede lograr la “justicia social” dentro del capitalismo; lo inédito es que fue consecuente con esta concepción a largo plazo utópica y la aplicó valientemente desde el gobierno, superando las mil dificultades que le fabricaba la oposición destituyente. Ése es otro de sus grandes méritos, demostrar que desde el gobierno, si se tiene la voluntad de hacerlo, se pueden corporizar numerosas luchas de la sociedad en múltiples mejoras: del nivel de vida, de los derechos democráticos, etc. Una gran parte de la población se ha apropiado de esto valores, los ha incorporado, los defenderá y tratará de ampliarlos de una y mil maneras. Este es otro gran mérito de la gestión de Cristina. No es casual, y muy merecido, el apoyo que recibe de más de la mitad de la población (esa mayoría por distintas causas no se vio adecuadamente reflejada en las urnas).

Los límites que el kirchnerismo no ha podido vencer son los de su propia concepción política: creer que bajo el capitalismo se puede lograr un pleno “crecimiento con inclusión social”. Los verdaderos socialistas estamos convencidos de lo contrario. Sin revolución social es imposible derrotar al capital concentrado. Y la revolución social es en primer lugar, una revolución democrática.

Para que estén dadas las condiciones objetivas para la revolución social, una revolución democrática, obrera y socialista, se necesita que la conciencia de la clase obrera y el pueblo en general se haya elevado hasta un nivel de clara comprensión de su necesidad. Hoy estamos muy lejos de eso, no por tiempo cronológico, sino porque deben producirse muchas experiencias de masas acompañadas por adecuadas explicaciones que logren esa elevación de la conciencia.

La necesidad actual es avanzar lo máximo posible más allá de los límites de la democracia burguesa, hacia una democracia plena de todo el pueblo. Sin avances significativos en este sentido es imposible ofrecer serias resistencias al capital concentrado y es absolutamente incierto poder ganar futuras elecciones.

Nos encontramos en una situación compleja y contradictoria. Por un lado el pueblo sometido a un gobierno de ultraderecha que usará contra él todo el aparato del estado y que intentará por todos los medios anular las reformas logradas y retroceder aún más. Por otro lado, un pueblo que ha elevado en forma notable pero relativa su conciencia, que sabe que hay que defender las reformas, que sabe que su principal enemigo es el capital concentrado internacional y que, al mismo tiempo, se encuentra de un día para otro prácticamente sólo frente a un gobierno y un estado ferozmente hostiles.

El pueblo necesita dirigentes y organización. Además necesita superar la ideología de la conciliación de clases, necesita superar la creencia de clase media de que se puede lograr la “justicia social” dentro del capitalismo, a pesar de la existencia del capital concentrado. Necesita superar la creencia de que la democracia burguesa es toda la democracia que puede existir.

En esta lucha es fundamental el protagonismo de la clase obrera. Es necesario que el proletariado se incorpore a la lucha política. Su acción es decisiva.

El kirchnerismo es el primer gran ejemplo histórico de representantes de esa ideología de clase media que ha llegado al gobierno y es consecuente desde allí con la misma. Que sea consecuente quiere decir que intenta el bienestar del pueblo conviviendo con el capitalismo, y por consecuencia, conviviendo con el capital concentrado, pero pretendiendo, utópicamente a largo plazo, que a pesar de convivir con la existencia del capital concentrado, se puede lograr el “crecimiento con inclusión social”.

En alguna medida es la hora del balance. Pero también es la hora de organizar la resistencia.

Analizar en profundidad las causas de la derrota y la necesidad de avanzar más allá de los límites de la democracia burguesa con toda la amplitud y claridad necesarias, son cuestiones que llevarán mucho tiempo.

Es la hora de la lucha defensiva contra el macrismo, y el intento de transformar esa lucha de defensiva en ofensiva. Estas luchas sólo pueden sobrellevarse eficazmente si se produce un avance significativo en la conciencia de las masas, de la conciencia que tienen de la naturaleza de la realidad, de cómo funciona el mundo, de la verdadera naturaleza del macrismo, de los intereses que defienden cada uno de los partidos burgueses, etc.

Hay un riesgo que es necesario evitar a toda costa. La división de la unidad en la lucha. Sin esta unidad es imposible desarrollar una resistencia efectiva. Cualquiera sea el contenido de las discusiones que se realicen como balance de la derrota electoral, esta unidad de lucha no debe alterarse por nada del mundo. Cualesquiera sean los errores de que pueda ser responsable el kirchnerismo, no deben atentar contra esta unidad.

Todo verdadero socialista debe practicar la unidad de acción con la inmensa masa kirchnerista, bienintencionada y genuinamente combativa. Al mismo tiempo explicar la imposibilidad práctica de éxito mientras no se tomen aunque más no sea algunas medidas de estatización del capital concentrado, como se hizo con Aerolíneas e YPF, junto con la ampliación la democracia más allá de los límites de estas instituciones democrático burguesas, incluso más allá de los límites de toda democracia burguesa. 

La unidad de acción no se limita a la amplia masa de la población que sigue al kirchnerismo, se debe realizar con todo el pueblo, y la clase obrera debe ser su protagonista fundamental.

Para un verdadero socialista, durante el gobierno kirchnerista no se trataba de boicotear los intentos reformistas, sino de ayudar de todas las maneras posibles para que se concretaran exitosamente, y de esa manera comprobar a través de una experiencia de masas la imposibilidad práctica de un pleno “crecimiento con inclusión social” sin realizar avances democráticos más allá de los límites de la democracia burguesa.

Hoy es la misma lucha, más que ofensiva se ha vuelto defensiva. El sentido de la unidad de acción es el mismo que durante el gobierno saliente.

La resistencia es posible. La situación del gobierno de Macri es inédita. Ganó por una ínfima diferencia de votos, sin crisis económica, con una presidenta que se va ovacionada por cientos de miles de manifestantes.

El plan económico de Macri es inmodificable porque responde a las necesidades de los más grandes conglomerados empresarios internacionales.

Resistiendo todas y cada una de las medidas que ataquen al pueblo se puede demorar su aplicación, revelar ante los ojos de todo el pueblo cuál es su verdadera política. Y de esta manera ir creando las condiciones para que dentro de dos años se ganen las elecciones legislativas, y cuando se cumplan los cuatro años se vuelva a lograr un gobierno que piense en el pueblo, en el marco de un avance importante más allá de los límites actuales de la democracia burguesa.

Carlos A. Larriera

13.12.2015

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