jueves, 31 de diciembre de 2015

El mito de la devaluación ineludible

El mito de la devaluación ineludible



Parecería una fantasía de la imaginación, pero el grado de engaño y de mistificación con el que la burguesía relata el funcionamiento de la economía es monumental.

Con el tema de la devaluación, las mistificaciones son impresionantes.

El gran capital concentrado posee la gran propiedad agraria, las grandes exportadoras de cereales, los grandes bancos privados (después de haber eliminado del mercado a todos los bancos chicos y medianos) y los dólares. Además poseen la mayoría absoluta de los medios de comunicación (diarios, radios, televisión, revistas, etc.).

Es un mito que los dólares los tenga el gobierno, el Banco Central. Los dólares los tienen los grandes empresarios privados. En el exterior hay 400.000 millones de dólares cuyo 90% pertenece a estos grandes empresarios. Y el Banco Central a fines del gobierno kirchnerista tenía alrededor de 27.000 millones de dólares. Pero los grandes productores agropecuarios tenían en silos bolsa gran parte de la cosecha por un valor estimado de u$s 13.000 millones.

Los únicos dólares genuinos provienen de las exportaciones. La diferencia entre exportaciones e importaciones constituye la balanza comercial. Es superavitaria, obviamente, si son mayores las exportaciones que las importaciones. Pero las exportaciones son privadas. Las realizan empresas privadas. Y la mayor parte pertenecen a grandes exportadores.

Por ley los exportadores deben ingresar al país la totalidad de los dólares que reciben por sus exportaciones, y el Banco Central les suministra el equivalente en pesos al cambio oficial.

Los exportadores acostumbran históricamente a declarar menos dólares por sus ventas al exterior, es decir, sus exportaciones, que los que verdaderamente reciben. El procedimiento es sencillo. Acuerda con su comprador del exterior facturar por un importe menor, que es el que presentan en los bancos y la aduana al exportar. El comprador del exterior le acredita al exportador la mayor parte de los dólares en una cuenta corriente bancaria en el extranjero y envía al país el remanente.

De esa manera los dólares de exportación que corresponden a toda la población del país quedan en su mayor proporción en manos del exportador en una cuenta propia en un banco del exterior.

Todo este procedimiento bancario se realiza a la luz del día, sin ningún secreto. Cualquier empleado bancario que realiza los asientos contables lo conoce perfectamente. Obviamente, por lo tanto, todos los empresarios, los políticos, los economistas, los abogados, los contadores, etc. y los funcionarios gubernamentales de los distintos gobiernos también lo saben.

El problema es que si un gobierno, excepcionalmente, quiere controlar estas operaciones, aunque técnicamente es posible en gran medida, deberá soportar las campañas destituyentes más feroces, cuando no un golpe de estado, blando, duro o sui generis.

La solución de fondo es estatizar la gran propiedad agraria, las grandes compañías exportadoras, las empresas que subfacturan las exportaciones, y las que sobrefacturan importaciones, los bancos privados y los medios de comunicación oligopólicos. Obviamente que esto será aún mucho más difícil de lograr por cualquier gobierno.

La devaluación la quieren los que tienen dólares, para obtener más pesos por esos dólares. y estos son mayoritariamente los grandes empresarios.

El procedimiento que desarrollan es sencillo porque tienen el oligopolio de todo el circuito económico. Tienen los medios de comunicación, que es la verdadera cadena nacional, la que es considerada por la mayor parte de la población como "los diarios", "la radio", "la televisión". En base a ese dominio de la información difunden el concepto de que "el tipo de cambio está atrasado", aunque la población en general desconoce lo que significa y en realidad es un concepto muy discutible, en gran medida fabricado artificialmente.

El tipo de cambio en nuestro país consiste en los pesos que se consiguen por cada dólar, o, lo que es lo mismo, cuántos pesos cuesta conseguir un dólar. Que esté atrasado significaría que el dólar vale más pesos que los que se establecen en el cambio oficial. Si éste estaba a 9 pesos, debería supuestamente estar a 14 o 15 pesos, su "valor real". Que realmente exista un "valor real", un "tipo de cambio real", es materia de discusión. Y más concretamente que su valor real sea hoy, en la Argentina, 14 o 15 pesos, es un mito construido por los grandes poseedores de dólares.

A través de los oligopolios de los medios de comunicación los grandes empresarios, grandes tenedores de dólares, difunden el mito de que el tipo de cambio está atrasado, que no hay más remedio que devaluar (que se consigan más pesos por cada dólar), retienen la venta de gran parte de la cosecha, eluden ingresar la mayor parte de los dólares de sus exportaciones, que son gran parte del total, y asustan al pequeño inversor en dólares para que presione al gobierno por esa devaluación.

También estos grandes empresarios (a través de los bancos principalmente) fabrican y suben el dolar "blue". Tienen suficiente cantidad de pesos como para inundar las cuevas con pedidos de dólares y asimismo, tienen suficiente cantidad de dólares (ilegales) como para abastecer a las cuevas para que puedan vender. Con la sola presión de los pequeños compradores de dólares no alcanzaría para subir el precio del "blue" ni tampoco las cuevas obtendrían de ellos los dólares necesarios para vender.

A todo esto se agrega que los grandes empresarios fugan dólares al exterior a través de los bancos, depositan pesos y estas entidades bancarias giran los dólares a algún banco del exterior.

Los bancos locales a su vez realizan un canje similar y equivalente con el Banco Central, el que ve de esa manera disminuidas sus reservas cada vez que una gran empresa radicada en el país (argentina o extranjera) realiza esta operación con bancos del país.

Los bancos locales sólo hacen de intermediarios entre los empresarios que fugan dólares y el Banco Central. No aportan ni un sólo dólar propio.

Y para mayor complicación, en una economía oligopolizada y extranjerizada como la Argentina, las filiales de compañías extranjeras exigen enviar a sus casas matrices la mayor parte de sus ganancias, transformando los pesos obtenidos en el país en dólares, utilizando para ello los dólares del Banco Central, lo que provoca una disminución de las reservas, reservas que ya estaban disminuidas por la subfacturación de exportaciones, la sobrefacturación de importaciones, la no liquidación de parte de la cosecha, y por la fuga de divisas, entre otras causas.

Resumiendo las grandes empresas agropecuarias o industriales que exportan se quedan con la mayor parte de los dólares de exportación. Reclaman a través de los medios oligopólicos de comunicación una devaluación para de esa manera, obtener más pesos por cada dólar. Gran parte de la opinión pública lo cree y presiona al gobierno por una devaluación.

Como los grandes empresarios tienen los dólares, porque o no los ingresan, o los mantienen en silos bolsa, y como son dueños de los bancos, que cambian pesos de sus clientes top por dolares que los obtienen del banco central, el circuito se cierra: han obtenido ganancias extraordinarias porque pueden fabricar el mito del tipo de cambio atrasado y la necesidad de devaluación.

Hay dos formas en que un gobierno como el anterior en un país como la Argentina con muchos dólares generados por las exportaciones pueda gobernar sin mayores sobresaltos con el dólar: controlar efectivamente todas estas operaciones con la moneda norteamericana, o estatizar las empresas que las realizan. Las dos cosas son muy difíciles, porque habría que enfrentar ofensivas feroces de desestabilizacion, o golpes de estado "blandos" o "duros" o "sui generis" como en alguna medida se puede considerar el actual, aunque haya surgido de una victoria electoral.

Lo menos que se necesita es que la mayoría del pueblo eleve su conciencia hasta un nivel de comprensión completo y exhaustivo de esta situación, y se movilice y organice para que, o bien se realicen controles efectivos o bien se estaticen las empresas involucradas, como se hizo con Aerolíneas e YPF, que fue la única manera de evitar su vaciamiento total y definitivo.

Muy difícil, pero no hay otro camino.

Carlos A. Larriera

31.12.2015







No se trata de la alternancia electoral de dos partidos democráticos

No se trata de la alternancia electoral de dos partidos democráticos





Es equivocada la visión política que postula que ha habido una opción electoral entre dos partidos democráticos que se manejan respetuosamente dentro de la democracia burguesa. Junto con esto también es un error pensar que el macrismo se va a manejar democráticamente y va a aceptar eventuales victorias electorales parlamentarias en 2017 y presidenciales en 2019.

El macrismo no es un adversario sino un enemigo político. No accedió al gobierno para turnarse con el kirchnerismo según sea el resultado electoral. El objetivo del macrismo es destruir todo vestigio de kirchnerismo y de las leyes que éste propulsó. La estrategia es eliminar al máximo todos los derechos del pueblo, someterlo a una aplastante derrota, desanimarlo, desmovilizarlo, confundirlo ideológicamente, hundirlo en la impotencia.

Para lograr este objetivo el macrismo recurre y recurrirá a todo tipo de medidas represivas, pasa y pasará por encima de todas las instituciones democráticas vigentes, gobierna y gobernará cada vez más como una dictadura vestida de civil. Y en esta perspectiva es un escenario posible que en el 2019 no solamente no haya elecciones, o se realicen totalmente manipuladas, sino que se instaure todo un régimen de dictadura pura y simple aunque posiblemente manteniendo la presidencia civil de Macri. Una dictadura total apenas disimulada en las formas.

Obviamente, todo depende de que la lucha del pueblo no impida la concreción de esta estrategia. Que el pueblo ya está luchando y que luchará mucho más es indudable, pero existe un talón de Aquiles sin resolver: la elevación del nivel de conciencia política del pueblo, de la clase obrera, del movimiento kirchnerista, de un modo general del conjunto del pueblo y sus dirigentes.

La izquierda realmente existente sigue fuera de la lucha contra el capital concentrado al poner un signo igual, o casi, entre kirchnerismo y macrismo, en base a la "caracterización" de que los dos son burgueses y los dos defienden al capital concentrado, con diferencias políticas sutiles.

El kirchnerismo no ha ponderado el tremendo cambio en la relación de fuerzas que implica haberle dejado todo el aparato estatal al macrismo. A pesar de que denunciaron y denuncian la verdadera política del macrismo, de alguna manera todos sus dirigentes, con matices, consideran que todo sucede dentro de la "democracia" y confían en volver electoralmente en el 2019. Toda la resistencia que promueven y ejercen está enmarcada en esa concepción política.

El proletariado argentino no ha tenido prácticamente actividad política en este siglo. Se ha limitado a la lucha sindical, sobre todo cuando ha sido dirigido por la izquierda actual, o bien ha prestado un apoyo pasivo al kirchnerismo.

El kirchnerismo, por su composición social y su ideología es básicamente pequeño burgués, de clase media. Todos los avances sociales reales y efectivos realizados desde el gobierno con apoyo popular están enmarcados en esa perspectiva. Se maneja dentro de los límites de la democracia burguesa, límites que el macrismo no respeta ni respetará.

Sin sobrepasar aunque sea mínimamente esos límites, encaminándose hacia una democracia más plena,  realmente de todo el pueblo, es imposible ofrecer alguna resistencia más o menos efectiva a la ofensiva feroz del capital concentrado que ejerce el macrismo en el gobierno.

Pero internarse en la profundización de la democracia significa inevitablemente avanzar unos pasos en la lucha de clases, lo que asimismo implica empezar a abandonar la conciliación de clases que predica el kirchnerismo. Se necesita la incorporación de la clase obrera a la lucha política.

La pequeña burguesía, o sea la clase media, no puede cumplir un rol dirigente, tiene que seguir a otro. Es un problema histórico, universal. La única clase social que puede dirigir con éxito la resistencia al macrismo es la clase obrera.

Pero la clase obrera no tiene una dirección política. La izquierda actual se limita a la lucha sindical y a la competencia electoral.

El problema es lograr que el renacer político de gran parte de la población, expresado en el kirchnerismo, no se frustre, sino que avance políticamente a un nivel superior, a la altura de los desafíos que hoy enfrenta el pueblo.

Carlos A. Larriera

31.12.2015

miércoles, 30 de diciembre de 2015

¿Puede la clase media enfrentar con éxito al capital concentrado?

¿Puede la clase media enfrentar con éxito al capital concentrado?



La pequeña burguesía, o sea la clase media, no puede ser dirigente, tiene que seguir a otro. Es un problema histórico, universal.

El kirchnerismo es un movimiento mayoritariamente de clase media. Desde su origen, el amplio espectro de la Juventud Peronista (JP) de los '70, hasta su realidad actual, caracterizada por el intento de llevar esas ideas a la práctica desde el gobierno. Néstor Kirchner (NK) y Cristina Fernández de Kirchner (CFK) han sido altamente consecuentes con esa ideología, y han tenido mucho coraje al intentar plasmarla desde el gobierno, lo que con palabras más actuales han denominado "crecimiento con inclusión social". A largo plazo como mínimo es un proyecto utópico pretender lograr ese objetivo dentro del capitalismo, dentro de la democracia burguesa. Pero es una aspiración que no es exclusiva del kirchnerismo, sino que ha abarcado históricamente a toda la clase media y gran parte del movimiento obrero.

En cierto modo se puede afirmar que el pueblo en general sólo puede visualizar cualquier perspectiva de mejoramiento en las condiciones de vida dentro de los marcos del capitalismo.

Gran parte de la población creyó o quiso creer que el kirchnerismo podía dirigir ese proceso hasta su completa realización. A pesar de la derrota electoral lo sigue creyendo. Muchos piensan que simplemente es suficiente con ganar las elecciones parlamentarias del 2017 y las presidenciales del 2019. Pero la lucha real va mucho más allá de una contienda electoral pacífica y respetuosa de las instituciones formales de la democracia burguesa.

El kirchnerismo, en lo sustancial, no es lo mismo que el peronismo de Perón. Su estrategia es distinta. Pero tiene la limitación de su carácter de clase. Tiene otros límites, pero tiene límites. Perón quería encorsetar y controlar al movimiento obrero. Esa era su estrategia central. Para la kirchnerismo la estrategia central es lograr, aunque manteniendo la conciliación de clases, un pleno crecimiento con inclusión social en el marco de  una permanente ampliación de los derechos democráticos. El kirchnerismo tomó la parte de reformas sociales del primer peronismo como el eje de su política, pero incorporando también centralmente las ampliaciones democráticas.

Lo novedoso y extremadamente positivo del kirchnerismo es que ha despertado un auténtico deseo de mejoramiento de las condiciones sociales en la sociedad, un resurgimiento de la política en el seno del pueblo, movilizando a gran parte de la juventud, pero también a los viejos peronistas de todas las edades.

La mitad más uno por lo menos ha percibido que se puede vivir mejor y en gran medida, cómo es vivir mejor, porque ha vivido esa mejoría bajo el kirchnerismo.

Han surgido o se han incorporado muchos cuadros en el kirchnerismo, como Kicillof y Recalde, entre muchos otros, y serias organizaciones como La Cámpora. En todas partes asumieron un compromiso generalizado de optimizar la cultura, la educación, la ciencia y tecnología, y se produjo una incorporación de gran parte de la población a la política activa, junto con una significativa elevación de la conciencia sobre cómo funciona el mundo, aunque limitada y contradictoriamente al incluir, por ejemplo, la reivindicación de la conciliación de clases.

El problema es que todo se hizo confiando en la conducción de NK y CFK. En buena medida esto implica que "ellos hacen, nosotros acompañamos". Distinto a nosotros hacemos (y al mismo tiempo nos comprometemos y corremos todos los riesgos, nos jugamos).

También el apoyo a CFK tiene un gran componente de clase media, por su composición social y por el deseo de que se siga avanzando y avanzando, "pero que lo  haga CFK con nuestro apoyo".

Lo que los hechos están poniendo a prueba es la cuestión de la dirección y la estrategia del movimiento social. Quién dirige, con qué estrategia, cuáles son los pasos a seguir para lograr ese objetivo estratégico, los pasos que tiene que dar el pueblo, en forma conciente.

Dado su carácter de clase es probable que el kirchnerismo insista en manejarse dentro de los límites actuales de la democracia burguesa y se oponga a todo avance de la lucha de clases. En esta perspectiva el movimiento de masas se encontrará con la necesidad de superar a sus dirigentes. Se necesitará la incorporación activa de la clase obrera a la lucha política.

Este riquísimo período histórico nos muestra la realidad en vivo y en directo, en los  hechos, en la vida cotidiana, en la calle, en el rol del kirchnerismo, en la política real del macrismo, o sea en el rol de la clase media progresista por  un lado, y por el otro en la política de la gran burguesía cuando ha logrado obtener el gobierno.

La ofensiva del gobierno macrista, representante directo del capital concentrado internacional, no se puede frenar, y mucho menos derrotar solamente con la clase media. Se necesita la fuerza, la organización y la conciencia política del proletariado.

Que la clase obrera participe de la lucha política implica necesariamente un avance en la lucha de clases, un resquebrajamiento de la conciliación de clases tan defendida por el kirchnerismo. Pero no hay otro camino.

Si el movimiento kirchnerista, su base y sus mejores dirigentes fueran consecuentes en la lucha, es probable que llegue un momento en el que avancen en la lucha de clases entrando en conflicto con los dirigentes kirchneristas reticentes a superar los límites de la actual democracia burguesa.

Ante esta probable situación lo que hay que evitar es que el actual movimiento popular,  que no está compuesto sólo por kirchneristas, se quiebre, se sumerga en la derrota.

Es necesario que los verdaderos socialistas, y todo el pueblo en general, lleven adelante la unidad de acción con este movimiento que ha surgido valorando la política kirchnerista de realizar obras que beneficien al pueblo. Su sentido principal es altamente progresivo, a pesar de su reivindicación de la conciliación de clases.

Obviamente, los socialistas denunciamos a todo el capitalismo, incluido el kirchnerismo, participamos de todas las luchas, impulsamos todas las consignas económicas, sociales y democráticas. No esperamos a ver qué hace el kirchnerismo para actuar. Desarrollamos la lucha de clases. Pero esto incluye la unidad de acción con los movimientos sociales progresivos cuando en los hechos dan pasos en la lucha contra el capital.

Si los socialistas nos prohibiéramos efectuar la unidad de acción con movimientos que reivindican la conciliación de clases nos condenaríamos a no luchar junto a ningún movimiento de masas, a permanecer separados de las masas, a no influir en las políticas de  masas. Esto es así porque ningún movimiento de masas espontáneo es completamente clasista, todos en alguna medida se manejan dentro de la conciliación de clases. Si fuera de otra manera estos movimientos nacerían prácticamente socialistas, cosa que no sucede en la práctica.

No hay que caer en el error de razonar en términos de la ideología de un movimiento sino de su política concreta, del carácter de la lucha que desarrolla ese movimiento. Las ideologías que no responden a la realidad tarde o temprano desaparecen, y las causas materiales que mueven a las masas las empujan a seguir avanzando.

Lo que sucede es que el mundo es uno solo. El mundo no es un relato socialista, kirchnerista, o derechista. El mundo es el que fabrica la ideología. Y las "ideologías" de la lucha de clases y del socialismo son creadas por la realidad del mundo. En la Argentina hoy estamos en una situación excepcional. A los ojos de todos, aunque algunos no lo quieran ver, la necesidad de luchar contra el capital concentrado, aunque sea sin intentar expropiarlo, sin revolución social, aunque sólo se pretenda vivir un poco mejor bajo la democracia burguesa, no se puede lograr sin avanzar aunque sea unos pasos hacia la lucha de clases. Esto no implica de ninguna manera llegar a la lucha de clases abierta, ni mucho menos llegar al socialismo, pero toda conquista concreta del pueblo que logre frenar un poquito la ofensiva del capital concentrado son medidas que implican un avance en la lucha de clases.

La clase obrera puede y debe tener actividad política.

En esta coyuntura la lucha ideológica y política del socialismo con populismo se debe realizar junto con la unidad de acción contra el capital concentrado, y más en profundidad contra el capitalismo de conjunto.

Una solución de fondo no se puede lograr sin revolución social, pero hoy la unidad de acción de todo el pueblo es imprescindible, sin temor a dar pasos que impliquen avanzar en la lucha de clases.

Carlos A. Larriera

30.12.2015


Pueden verse todos los artículos del autor en el blog
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domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Cómo puede ser que perdimos?

¿Cómo puede ser que perdimos?



¿Cómo puede ser que perdimos? ¿Dónde estuvo el error? ¿Qué es lo que se hizo mal?, son las preguntas que se están haciendo todos los que votaron al Frente para la Victoria.

La respuesta más general a estas preguntas es que dentro de los límites de la democracia burguesa, enmarcados dentro de las actuales instituciones democrático burguesas fue muy difícil evitar acontecimientos como el que pasó, la derrota electoral.

No era imposible, se podría haber logrado otro período presidencial, lo cual hubiera dado tiempo para profundizar los avances logrados, elevar para muchas más personas la conciencia de la realidad, y aumentar las posibilidades de ganar otra futura elección.

Debido a los límites de la democracia burguesa una derrota electoral siempre será una amenaza latente. De la misma manera que también estaría en permanente riesgo la interrupción del actual “proyecto” por los muy diferentes ataques que llevaría adelante la oposición de derecha.

Antes que nada hay que reivindicar todo lo logrado por doce años de gobiernos kirchneristas. No corresponde reseñar aquí todas las mejoras obtenidas, hay que subrayar que la política de hacer obras a favor del pueblo fue una estrategia muy acertada que construyó al actual kirchnerismo como tal, impulsó el surgimiento de una masa muy importante de la población que adhiere fervientemente a todo el proceso de reformas, que se moviliza y lucha por mantenerlas y mejorarlas, personas honestas, realmente comprometidas con los esfuerzos por avanzar con el “proyecto”. Ese capital humano es un tesoro que hay que preservar a toda costa. Y el requisito más importante es mantener la unidad en la lucha.

Los méritos de Cristina y sus mejores colaboradores son varios. Por primera vez desde un gobierno se hizo tanto para elevar la conciencia del pueblo. Los discursos de la presidenta y muchos de sus ministros denunciaron al principal enemigo, el capital concentrado, explicaron muchas de sus maniobras y resistieron muchas de sus embestidas. Nunca antes había sucedido nada igual; no con la dimensión y la claridad con que se habló y actuó desde el gobierno. Algo similar en el caso de los derechos humanos. Ahora el pueblo sabe muchas cosas que antes no sabía, y orientará su lucha ayudado por esos conocimientos.

Por otro lado, el gobierno se mantuvo a favor del capitalismo, pero “de crecimiento con inclusión social”, reivindicó la conciliación de clases y en ese sentido colaboró en mantener la confusión en las conciencias populares.

Una pregunta surge inevitable: ¿Cómo se puede dejar el aparato estatal burgués en manos de los representantes más encarnizados del capital concentrado? ¿Cómo se puede dejar el gobierno por respeto a las formalidades burguesas electorales?

La garantía de la democracia no radica en que haya límites en la reelección, sino en asegurar que la población tenga el acceso más absoluto a la información que le permita conocer la realidad tal cual es, de esa manera no puede equivocarse en el voto.

El kirchnerismo es la continuación de la ideología de la JP del ’70, de la JP en general, la creencia que se puede lograr la “justicia social” dentro del capitalismo; lo inédito es que fue consecuente con esta concepción a largo plazo utópica y la aplicó valientemente desde el gobierno, superando las mil dificultades que le fabricaba la oposición destituyente. Ése es otro de sus grandes méritos, demostrar que desde el gobierno, si se tiene la voluntad de hacerlo, se pueden corporizar numerosas luchas de la sociedad en múltiples mejoras: del nivel de vida, de los derechos democráticos, etc. Una gran parte de la población se ha apropiado de esto valores, los ha incorporado, los defenderá y tratará de ampliarlos de una y mil maneras. Este es otro gran mérito de la gestión de Cristina. No es casual, y muy merecido, el apoyo que recibe de más de la mitad de la población (esa mayoría por distintas causas no se vio adecuadamente reflejada en las urnas).

Los límites que el kirchnerismo no ha podido vencer son los de su propia concepción política: creer que bajo el capitalismo se puede lograr un pleno “crecimiento con inclusión social”. Los verdaderos socialistas estamos convencidos de lo contrario. Sin revolución social es imposible derrotar al capital concentrado. Y la revolución social es en primer lugar, una revolución democrática.

Para que estén dadas las condiciones objetivas para la revolución social, una revolución democrática, obrera y socialista, se necesita que la conciencia de la clase obrera y el pueblo en general se haya elevado hasta un nivel de clara comprensión de su necesidad. Hoy estamos muy lejos de eso, no por tiempo cronológico, sino porque deben producirse muchas experiencias de masas acompañadas por adecuadas explicaciones que logren esa elevación de la conciencia.

La necesidad actual es avanzar lo máximo posible más allá de los límites de la democracia burguesa, hacia una democracia plena de todo el pueblo. Sin avances significativos en este sentido es imposible ofrecer serias resistencias al capital concentrado y es absolutamente incierto poder ganar futuras elecciones.

Nos encontramos en una situación compleja y contradictoria. Por un lado el pueblo sometido a un gobierno de ultraderecha que usará contra él todo el aparato del estado y que intentará por todos los medios anular las reformas logradas y retroceder aún más. Por otro lado, un pueblo que ha elevado en forma notable pero relativa su conciencia, que sabe que hay que defender las reformas, que sabe que su principal enemigo es el capital concentrado internacional y que, al mismo tiempo, se encuentra de un día para otro prácticamente sólo frente a un gobierno y un estado ferozmente hostiles.

El pueblo necesita dirigentes y organización. Además necesita superar la ideología de la conciliación de clases, necesita superar la creencia de clase media de que se puede lograr la “justicia social” dentro del capitalismo, a pesar de la existencia del capital concentrado. Necesita superar la creencia de que la democracia burguesa es toda la democracia que puede existir.

En esta lucha es fundamental el protagonismo de la clase obrera. Es necesario que el proletariado se incorpore a la lucha política. Su acción es decisiva.

El kirchnerismo es el primer gran ejemplo histórico de representantes de esa ideología de clase media que ha llegado al gobierno y es consecuente desde allí con la misma. Que sea consecuente quiere decir que intenta el bienestar del pueblo conviviendo con el capitalismo, y por consecuencia, conviviendo con el capital concentrado, pero pretendiendo, utópicamente a largo plazo, que a pesar de convivir con la existencia del capital concentrado, se puede lograr el “crecimiento con inclusión social”.

En alguna medida es la hora del balance. Pero también es la hora de organizar la resistencia.

Analizar en profundidad las causas de la derrota y la necesidad de avanzar más allá de los límites de la democracia burguesa con toda la amplitud y claridad necesarias, son cuestiones que llevarán mucho tiempo.

Es la hora de la lucha defensiva contra el macrismo, y el intento de transformar esa lucha de defensiva en ofensiva. Estas luchas sólo pueden sobrellevarse eficazmente si se produce un avance significativo en la conciencia de las masas, de la conciencia que tienen de la naturaleza de la realidad, de cómo funciona el mundo, de la verdadera naturaleza del macrismo, de los intereses que defienden cada uno de los partidos burgueses, etc.

Hay un riesgo que es necesario evitar a toda costa. La división de la unidad en la lucha. Sin esta unidad es imposible desarrollar una resistencia efectiva. Cualquiera sea el contenido de las discusiones que se realicen como balance de la derrota electoral, esta unidad de lucha no debe alterarse por nada del mundo. Cualesquiera sean los errores de que pueda ser responsable el kirchnerismo, no deben atentar contra esta unidad.

Todo verdadero socialista debe practicar la unidad de acción con la inmensa masa kirchnerista, bienintencionada y genuinamente combativa. Al mismo tiempo explicar la imposibilidad práctica de éxito mientras no se tomen aunque más no sea algunas medidas de estatización del capital concentrado, como se hizo con Aerolíneas e YPF, junto con la ampliación la democracia más allá de los límites de estas instituciones democrático burguesas, incluso más allá de los límites de toda democracia burguesa. 

La unidad de acción no se limita a la amplia masa de la población que sigue al kirchnerismo, se debe realizar con todo el pueblo, y la clase obrera debe ser su protagonista fundamental.

Para un verdadero socialista, durante el gobierno kirchnerista no se trataba de boicotear los intentos reformistas, sino de ayudar de todas las maneras posibles para que se concretaran exitosamente, y de esa manera comprobar a través de una experiencia de masas la imposibilidad práctica de un pleno “crecimiento con inclusión social” sin realizar avances democráticos más allá de los límites de la democracia burguesa.

Hoy es la misma lucha, más que ofensiva se ha vuelto defensiva. El sentido de la unidad de acción es el mismo que durante el gobierno saliente.

La resistencia es posible. La situación del gobierno de Macri es inédita. Ganó por una ínfima diferencia de votos, sin crisis económica, con una presidenta que se va ovacionada por cientos de miles de manifestantes.

El plan económico de Macri es inmodificable porque responde a las necesidades de los más grandes conglomerados empresarios internacionales.

Resistiendo todas y cada una de las medidas que ataquen al pueblo se puede demorar su aplicación, revelar ante los ojos de todo el pueblo cuál es su verdadera política. Y de esta manera ir creando las condiciones para que dentro de dos años se ganen las elecciones legislativas, y cuando se cumplan los cuatro años se vuelva a lograr un gobierno que piense en el pueblo, en el marco de un avance importante más allá de los límites actuales de la democracia burguesa.

Carlos A. Larriera

13.12.2015

domingo, 6 de diciembre de 2015

La situación en Europa y Oriente Medio

La situación en Europa y Medio Oriente



La política es la expresión más concentrada de la economía, decía Lenin[1]. Y la guerra es la continuación de la política por otros medios era la tesis famosa de Carl Von Klausewitz[2]. O sea, la política es economía concentrada y la guerra es la continuación de la política por otros medios.
Estos dos conceptos son claves para entender las “guerras” en Medio Oriente en las cuales está teniendo una participación cada vez más intensa el capital concentrado europeo a través de sus aparatos estatales.
El terrorismo internacional es fundamentalmente una creación ficticia del estado norteamericano. Desaparecida la URSS, el argumento de la lucha contra el comunismo ya no tiene sustento. El capital concentrado norteamericano a través de su Estado necesita una excusa para atacar países como lo hace en Medio Oriente. La mayoría de los atentados que han “justificado” la “lucha contra el terrorismo internacional” son, en lo esencial, autoatentados. Esto se aplica desde el atentado a las Torres Gemelas hasta el último atentado en París. No se puede asegurar que no surjan en pequeña medida algunos movimientos terroristas en Medio Oriente. Pero la mayoría los promueven o inventan los servicios de inteligencias norteamericanos, israelíes, etc. Y además infiltran todo lo que surja. A esto hay que agregar que no es sensato creer que con toda la tecnología disponible no se puedan detectar estos movimientos antes de que cometan atentados; éstos son funcionales e imprescindibles para “justificar” el  saqueo de otros países con métodos de guerra por parte de EEUU y otros estados asociados, lo que permite aún más asegurar que si no existiera el terrorismo norteamericano, no habría terrorismo.
 La crisis del capital concentrado internacional es la crisis anunciada por Marx, la crisis provocada por la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Esta tendencia se ha agudizado y se sigue agudizando desde por lo menos la década del ’60. Si se parte de la base de que el valor de los productos fabricados es el trabajo humano socialmente necesario para producirlos, al aumentar permanentemente la proporción del capital invertido en alta tecnología, robótica, etc.,  con respecto a la inversión en mano de obra, la tasa de ganancia no puede dejar de disminuir. La tasa de ganancia se define como el cociente entre la totalidad de la plusvalía obtenida en las fábricas sobre la totalidad del capital invertido en la producción. Si el plusvalor depende de la cantidad de trabajo, de las horas trabajadas, al aumentar exponencialmente la proporción entre tecnología y mano de obra, la masa de plusvalía extraída en relación al capital invertido debe ser necesariamente cada vez menor. Y esto es una realidad irrefutable, por más que haya muchas estadísticas que hablan en tal o cual período de suba de la tasa de ganancia. Al aumentar la proporción de tecnología aumenta la productividad, y habitualmente los economistas dicen que es este aumento de la productividad lo central para aumentar la tasa de ganancia. Pero omiten decir que para que ese aumento de la productividad eleve las ganancias de las empresas que lo realizan, éstas deben desplazar del mercado a otras empresas con menor productividad, de manera que no sube la tasa de ganancia de todas las empresas, de toda la economía, sino solamente la de las que se adelantan en mejorar su productividad, y lo hacen a costa de desplazar a las otras. Esto lógicamente lleva a la concentración cada vez mayor de las empresas que elevan su productividad, pero además genera una crisis de superproducción cada vez mayor, porque al aumentar la productividad, la proporción de valor, de trabajo humano que contiene cada unidad de mercancía disminuye, de manera que hay que vender cada vez más unidades para obtener la misma suma total de plusvalor.
Esto es un proceso irreversible, inevitable en el capitalismo, y es la principal razón por la cual la humanidad no tiene salida sino a través de la expropiación del capital y la construcción del socialismo.
Inevitablemente el capital concentrado, por su escala actual de producción, por la necesidad de vender toda su superproducción necesita todo el mercado mundial para hacerlo, todos los mercados internos de todos los países, tanto para proveerse de insumos y materias primas, como para vender toda su superproducción. Y aún así no les alcanza. La ganancia en base a la producción y venta no es suficiente para retribuir con una tasa de ganancia “razonable” toda la inversión del capital disponible. Por eso la llamada “financiarización” de la economía. El capital trata de acceder a una ganancia realizando todo tipo de “inversiones” de capital dinero, llámese especulación financiera, guerras, etc. Son en general ganancias en capital dinero ficticio, pero el capital las considera igualmente “su capital” y las defiende a rajatabla De cualquiera manera, siempre puede utilizar ese capital dinero ficticio para adquirir capital real, al menos mientras el dólar continúe siendo moneda mundial. La lógica económica en el sentido tradicional: fabricar para vender sigue siendo la base real de la creación de valor, pero la baja de la tasa de ganancia mueve al capital a inventar nuevas formas de apropiación de capital dinero ficticio.
Ya no existen las fábricas en las que trabajaron tanto el abuelo como el nieto, fábricas que eran gerenciadas por el mismo dueño, o la misma familia, a través de generaciones. Ya no existe esa cierta estabilidad relativa de los obreros en las fábricas. Toda la revolución tecnológica, en comunicaciones, etc., permite al capital cerrar una fábrica en un país y trasladarla a otro en el que obtiene mayor ganancia, por distintas razones, por ejemplo, mano de obra más barata, el caso chino hasta hace muy poco.
Esta extrema inestabilidad laboral plantea un interrogante sobre la cohesión y la fuerza tradicionales del proletariado. Si bien la clase obrera sigue siendo la única clase capaz de dirigir y garantizar la revolución social, la expropiación del capital y la construcción del socialismo, por otro lado su inestabilidad laboral la debilita enormemente en relación a otras épocas del capitalismo. Tentativamente se puede afirmar que la única forma de compensar esta debilidad creciente de la clase obrera mundial es elevando exponencialmente su nivel de conciencia política. En la época de la Inglaterra fábrica del mundo, el peso cuantitativo social de la clase obrera era abrumador, ampliamente mayoritario, y por lo tanto sólo se necesitaba un nivel de conciencia mínimo (en términos relativos) acerca de la necesidad de la revolución social para materializarla en la realidad. Pero hoy en día ese nivel de conciencia debe ser mucho más elevado, más profundo, más conocedor de todos los aspectos de la vida económica, política, social, etc.
Todo este conjunto de factores hace que le mundo esté cada vez más desestructurado, que la lumpenización de la sociedad sea cada vez mayor, que la confusión ideológica alcance niveles inéditos, que desaparezcan los puntos de referencia, etc.
El enemigo del pueblo es el capitalismo, en particular el capital concentrado internacional, que es en este momento más que nunca el enemigo que primero hay que vencer, y la única forma de hacerlo es expropiándolo, y esto sólo se puede lograr con una revolución social, una revolución democrática, obrera y socialista. Democrática por su composición social, obrera por su clase dirigente y socialista por su estrategia, por su objetivo final.
La “guerra” norteamericana en Medio Oriente (la invasión unilateral en Medio Oriente), responde a esta necesidad del capital concentrado de saquear el planeta para sobrevivir como capital, para lo cual necesita irremediablemente aumentar su tasa de ganancia mundial, ya que estamos hablando de una escala del capital como conglomerados mundiales.
Desde esta perspectiva estas invasiones son inevitables mientras dure el capitalismo. El objetivo estratégico, en este sentido, de Estados Unidos es Asia Central, es decir, la zona que componen la cinco ex repúblicas soviéticas Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Es una zona rica en petróleo y gas, entre otras cosas. Por el abastecimiento de estos recursos naturales están compitiendo los países europeos, Rusia, China y los EEUU fundamentalmente. Pero además es una zona geopolítica fundamental, porque limita con Rusia, China, India, Iran, Afganistán, etc. Y los estados de Asia Central son países relativamente débiles, susceptibles de ser dominados por terceros estados. El equilibrio relativo actual Rusia-China vs. EEUU mantiene todavía la dominación de Asia Central sin definición.
Otra disputa central son los oleoductos y gasoductos que se han construido, se están construyendo y se querrían construir que van de Asia Central al resto del mundo. Uno de esos oleo-gasoductos pasaba por Rusia, Ucrania e iba hacia Europa, por eso EEUU quiso apropiárselo a través de lograr que Ucrania se separara de Rusia, y esa es una razón fundamental para el “golpe blando” realizado en Ucrania.
Pero más aún que Asia Central, hay un objetivo que va más allá para el capital concentrado norteamericano: los mercados internos de Rusia y China. Pero esto último sólo puede lograrlo con un triunfo bélico sobre Rusia y China. Este es un objetivo de máxima y de más largo plazo, pero está presente en todas las estrategias parciales de invasión de países, golpes blandos, etc., de EEUU. El objetivo menos lejano es la dominación del Asia Central y sus oleoductos y gasoductos. Si EEUU logra posicionarse en Asia Central, estará ubicado geoestratégicamente entre Rusia y China, lo que le facilitará enormemente una ofensiva sobre éstos dos estados.
La invasión de países como Irak, Siria, Afganistán, etc., tiene como objetivo final esta penetración en Asia Central.
Desde estas perspectivas pensar que el capital concentrado norteamericano pueda estar a favor de sinceras negociaciones de paz en cualquiera de estos escenarios no se corresponde con la realidad.  
No existe el terrorismo como tal. El único terrorismo es el que generan el propio Estados Unidos y sus estados aliados. Les resulta indispensable para poder “justificar” su saqueo del mundo.
Estados Unidos tiene el aparato militar más grande del mundo, es equivalente al aparato militar de todo el resto de los países. Su supremacía militar es innegable. Pero está cada vez más debilitado económica y financieramente. Es progresivamente más difícil para EEUU financiar todo el gasto militar. El dólar es todavía la moneda mundial, pero día a día corre peligro de ser reemplazada por otras monedas. Recientemente el FMI estableció al yuan chino como la tercera moneda de reserva mundial. El poderío militar estadounidense tiene pies de barro, el día más o menos cercano en que se sincere el valor del dólar y de los bienes valuados en dólares, EEUU ya no podrá sostener más su aparato bélico. Todos los países lo saben, y tratan de que la hegemonía del dólar llegue pronto a su fin.
Tampoco EEUU puede en la actualidad ir sumando zonas de conflicto. Hoy en día está dejando Medio Oriente para orientar sus fuerzas armadas hacia Asia Central. Y otros estados nacionales del capital concentrado, como Francia, Alemania, Gran Bretaña, etc. se apresuran a reemplazarlo. Esta es por lo menos una de las principales causas del atentado en París y el inmediato comienzo del bombardeo francés al Estado Islámico en territorio sirio. Inmediatamente se han plegado Gran Bretaña y Alemania. Todos tras el botín de Siria. El Estado Islámico, creación de los servicios de inteligencia norteamericanos, sirve de excelente excusa para posibilitar el saqueo de Siria.
Al mismo tiempo el capital concentrado francés, a través de su Estado, limita la libertad en el propio país. Crisis económica insoluble en Francia, en términos capitalistas. Agitación social de los trabajadores franceses con consecuencias políticas preocupantes para el estado francés. Ahora el gobierno francés puede justificar las penurias internas con la excusa de la guerra con Siria, y justificará un aumento de la represión con el pretexto de vigilar otros posibles atentados. Y lo mismo se aplica a los demás principales países europeos como Gran Bretaña o Alemania.
Crisis económica insoluble, aumento de la represión de la protesta social  y represión interna en general, justificación de todo esto con la necesidad de la “guerra contra el terrorismo”. Repiten copiando la política de EEUU.
Todas las luchas sociales contra estas políticas de los estados propiedad del capital concentrado internacional pueden contribuir a paliar un poco la situación, pero no hay solución real a esta política del capital concentrado sin revolución social, sin expropiarlo. La tarea es muy difícil, pero no hay otra.

Carlos A. Larriera
6.12.2015



[1] ‘“La guerra es la continuación de la política por otros medios’ (a saber: por la violencia)
Esta famosa tesis pertenece a Clausewitz*, uno de los hombres que ha escrito con mayor profundidad sobre temas militares. Con toda razón, los marxistas siempre han considerado esta tesis como la base teórica de las ideas sobre la importancia de cada guerra en particular. Justamente desde este punto de vista, Marx y Engels examinaron siempre las diferentes guerras.
Aplíquese esta tesis a la guerra actual. Se verá que durante décadas, casi medio siglo, los gobiernos y las clases dominantes de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Austria y Rusia siguieron una política de saqueo de las colonias, de opresión de naciones ajenas y de supresión del movimiento de la clase obrera. Ésta es la política, sólo ésta, que se continúa en la guerra actual.”
 De El socialismo y la guerra, escrito en julio-agosto de 2015, en V. I. Lenin, obras completas, Editorial Cartago, 1970, Tomo XXII, pág. 409.

*K. Clausewitz, Sobre la guerra.

[2] “Al fin y al cabo el camarada Bujarin y yo dijimos en la resolución del IX Congreso del PCR sobre los sindicatos, que la política es la expresión más concentrada de la economía.” V. I. Lenin, Obras Completas, Editorial Cartago, 1971, segunda edición corregida y comentada, pág. 300. del  artículo “Los sindicatos, la situación actual y los errores del camarada Trotsky”.

martes, 1 de diciembre de 2015

Balance tentativo del proceso electoral y perspectivas

El marketing le ganó a las obras

Balance tentativo del proceso electoral y perspectivas




El macrismo consiguió una victoria muy ajustada en base a una campaña diseñada para producir un efecto pasajero en la franja centrista de los votantes, pero un efecto que se mantuviera hasta obtener el resultado electoral.
Como los autos de Fórmula Uno, que sólo duran poco más de una carrera, esta leve mayoría de votos (el resultado fue casi mitad y mitad) se mantendría solamente hasta poco más allá del ballotage. Pero sería suficiente. El gran capital concentrado internacional no podía perder esta oportunidad, y seguramente habrá invertido mucho dinero para garantizarla.
Hoy sigue habiendo un núcleo duro de un 40% que vota al FPV y otro que en un 30% vota a la derecha.
Por otro lado, lo central de la estrategia de la presidenta fue acertado: hacer permanentemente obras y más obras. Esa es la base fundamental de los votos al FPV. Personas que han sido beneficiadas y traducen en una nueva conciencia política esa mejoría.
Los que se limitan a discutir los errores en las tácticas electorales del FPV dejan de lado lo fundamental, la política de hacer obras del gobierno y su reflejo en buena parte de la conciencia de la población.
Pero, como dijo Garrincha en una charla técnica: ¿profesor, el equipo contrario no juega?
La campaña electoral de la derecha ha sido decisiva en el resultado. Tuvo un efecto coyuntural y episódico, pero que sirvió para ganar las elecciones.
El FPV debería haber garantizado la continuidad del “proyecto” en las elecciones pero no hizo lo suficiente para lograrlo. Esto es un hecho. Pero se olvidan varias cosas. Si Néstor o Cristina pudieran ser reelegidos la victoria del FPV hubiera sido segura. Esto habla de que la obra de gobierno logró raíces en la población. Y esto se ratificó en las PASO. Esto también es algo que se olvida. A pesar de haber sido Scioli el candidato, a pesar de todos los errores de campaña que se puedan haber cometido hasta ese momento, aún así el FPV ganaba por 8 puntos de diferencia. Esto era una consecuencia evidente de los efectos en la conciencia de la población de las obras del gobierno. Esta política de obras es la que construyó el kirchnerismo, sin esa política hoy no existiría ese núcleo duro y no habría táctica electoral que pudiera hacer ganar las elecciones al FPV. Se critican los errores electorales del kirchnerismo pero se olvida de los aciertos que llevaron a construir el kirchnerismo. Se demostró que se podía mejorar en buena medida la vida de la población si se tenía la voluntad gubernamental para hacerlo.
Pero de las PASO a las primarias y el ballotage, la campaña de Cambiemos, dirigida por Durán Barba y otros expertos internacionales dio un giro notable. Conciente Durán Barba que no podrían modificar el núcleo duro del kirchnerismo y que no podían crear un núcleo duro propio mayor del que tenían (30%) recurriendo solamente a las palabras y a las promesas, decidió apelar a todo tipo de maniobras para lograr una burbuja de votos que durara por lo menos hasta el ballotage, aunque después la mayoría de votos siguiera siendo del FPV.
Inmediatamente después de las PASO Durán Barba dijo: en los barrios todos hablan de que votarán al FPV, no es posible modificar eso. A partir de ahí su estrategia fue ganar a la franja centrista, la que se mueve según sopla el viento, una franja altamente inestable y volátil, y con este objetivo hizo cambiar en parte el discurso de Mauricio Macri, como se evidenció con sorpresa en su alocución el día de las PASO. Macri habló de no modificar lo ganado, mantener Aerolíneas, YPF y la AUH, etc. Fue alternando este tipo de retórica con algunas frases de su verdadera política ortodoxa, y sus asesores económicos hablaron abiertamente sobre muchas de las medidas a tomar que significaban una vuelta corregida y ampliada a los ’90. El objetivo primario era revertir la imagen negativa de Macri, convencer a la franja centrista que iba a mantener lo ganado, aunque no confiando en que se le creyera a Macri, sino apostando a que el centrismo iba a querer creerle.
Cuando la difusión de los dichos de los economistas de Macri empezó a asustar a la población, los mandaron callar.
Pero la campaña no terminó ahí. Habrá que ver si se confirma en el futuro, pero todo hace pensar que contaron con financiación del capital concentrado para hacer todo tipo de acuerdos económicos con los aparatos de los distintos partidos como forma adicional de ganar votos.
Esto estaría en sintonía con el eje de la campaña: conseguir votos de cualquier manera, embarrando la cancha, confundiendo a la gente, afirmando que Macri mantendría, en la misma medida que Scioli,  todas las mejoras.
Por parte del FPV todo indica en que se confiaron en el resultado de las PASO, al punto de que creyeron como muy probable que no habría segunda vuelta. Con el resultado de las primarias, se movilizaron para recuperar votos, pero los dirigentes fueron superados por la base espontánea de la población, cuya campaña casa por casa, voto por voto, seguramente aseguró que finalmente hubiera casi un empate en votos. Los días previos al ballotage había un clima de cierta confianza de que se habían recuperado la mayoría de votos para el FPV. El hecho de que mucha gente mayor fuera a votar por voluntad propia es un síntoma elocuente. Probablemente si esta actividad de la base hubiera durado una semana más el resultado electoral hubiera sido el opuesto.
También hay que tener en cuenta que la situación económica había desmejorado e influyó en el ánimo de la franja centrista de los votantes. En el artículo de Claudio Scaletta Encantamiento del 1º de noviembre de 2015, en el suplemento CASH se dice: “El 54 por ciento de 2011 fue el resultado del crecimiento prácticamente ininterrumpido iniciado en 2003.”… “El 37 por ciento del 25 de octubre, y sobre todo los apenas 3 puntos de diferencia con el segundo, pueden explicarse por el freno de la economía a partir de 2012, con el 2014 a la cabeza. Los 17 puntos de diferencia con 2011 son consecuencia del descontento de quienes sienten no necesariamente que están mal, pero sí estancados. El votante siempre quiere más; es su pulsión biológica.”… “La idea de un “cambio” abstracto no hubiese prendido en 2011, pero tuvo oportunidad de hacerlo en el tardío 2015. Este descontento relativo no puede combatirse electoralmente con el listado de logros del oficialismo de los últimos 12 años. El votante que integra esta franja de 17 puntos no es en promedio el más politizado y contabiliza los logros como derechos adquiridos. Está pensando en su futuro.”
La campaña impulsada por Durán Barba sobre la franja centrista tenía una base material, económica, el estancamiento relativo de la economía producto fundamentalmente de la crisis internacional.
Cabe preguntarse si Cristina hizo bien en no intentar una reforma constitucional para poder ser reelegida. Siempre estuvo claro que era casi imposible elegir un sucesor con la misma fuerza electoral que tuvo Néstor o que tiene Cristina. La oposición desarrolló una campaña feroz denunciando que la reforma constitucional tenía como objetivo permitir la reelección lo que implicaba un intento de perpetuarse en el poder, y probablemente Cristina evaluó que nunca lograría que una mayoría de la población apoyara firmemente la reforma constitucional, y que si se volcaban todos los esfuerzos en esa batalla ideológica se desviaría el eje de hacer obra tras obra.
Pero si el objetivo central era garantizar la continuidad del proyecto, si se sabía que una derrota electoral frente al macrismo dejaría al pueblo frente a un gobierno que usaría todo el aparato gubernamental en forma directa y feroz contra toda la población, ¿Se podía aceptar sin más que no podía haber reelección? ¿Se pueden aceptar los límites de la democracia burguesa en este punto cuando hay tanto en juego?
Qué podría haber hecho el kirchnerismo para garantizar que no ganara el macrismo es materia de discusión. Como mínimo había que recurrir a la población haciendo una campaña ideológica que instalara en su verdadero nivel lo que estaba en juego.
Si no había relación de fuerzas para lograr una reforma constitucional, habría que crearla. Elevar la conciencia de la población en ese sentido.
Es un tema que hay que profundizar, porque no hay ni habrá forma de garantizar reformas como las que se han hecho, ni mucho menos ampliarlas, si no se pueden traspasar los límites de la democracia burguesa.
En cuanto al argumento de que la no reelección y la alternancia garantiza la democracia, es un mito creado por la burguesía. Los gobernantes deberían poder ser removidos en cualquier momento con el voto popular, como de alguna manera se estableció en la constitución chavista. Pero los grandes líderes, los grandes dirigentes, no surgen todos los días, el pueblo tiene que cuidarlos. La garantía de la democracia no es que haya límites en la reelección, sino garantizar que la población tenga el acceso más absoluto a la información que le permita de esa manera  conocer la realidad tal cual es, de esa forma podrá votar realmente de acuerdo a sus verdaderos intereses como pueblo. Obviamente la burguesía se ha encargado de mil maneras durante toda su historia de que la población permanezca en la mayor desinformación posible, en la mayor ignorancia. A nadie se le ocurre hacer campaña política por esa plena información al pueblo como principal garante de una efectiva democracia.
Sin avanzar pasos hacia una democracia plena, una democracia en la cual la voluntad del pueblo se exprese en la forma más libre y conciente, cruzando las barreras que lo impidan, sin avanzar aunque sea solamente algunos pasos hacia esa verdadera democracia, no se puede ni pensar en garantizar un “proyecto” como el de “crecimiento con inclusión social”. Sin tomar medidas necesarias, imprescindibles, como la estatización del comercio exterior, o, al menos, una Junta Nacional de Granos, no se puede lograr un funcionamiento mínimamente sustentable de la economía.
Se necesitan más que unos pequeños pasos, obviamente, pero si no se da ninguno, si no se atraviesan los límites de la democracia burguesa, no se puede luchar mínimamente contra el poder económico concentrado internacional, que es el que está detrás de Macri. Pretender hacerlo dejándole al capital concentrado todo la gran propiedad privada del agro, del comercio exterior, de los bancos, a través de los cuales pueden fugar divisas tranquilamente, toda la prensa escrita, radial y televisiva, la verdadera cadena nacional, es desde ya  utópico.
Pero es una utopía sincera del kirchnerismo: lograr el “crecimiento con inclusión social” dentro de los límites de la democracia burguesa y sus instituciones.
Lo más importante, el saldo mayor del kirchnerismo, es ese núcleo duro de la población, en gran parte la juventud, que ha tomado las obras realizadas, el proyecto de inclusión, las mejoras económicas, culturales, científicas, democráticas, etc., como algo posible de lograr y por lo cual vale la pena luchar. Ese capital humano es por sus características nuevo en la Argentina, y en alguna medida en el mundo. Es un proyecto de mejoramiento humano que ha llevado a buena parte de la población a tomar conciencia de que para lograrlo hay que enfrentar con éxito al capital concentrado internacional. De la manera y con la profundidad que se da esta conciencia es algo nuevo. La unidad de acción con este movimiento es obligatoria para todo verdadero socialista. Que pasará cuando este movimiento, en gran parte voluntario e inorgánico, tome conciencia de los límites insalvables de la democracia burguesa, de la necesidad de dar pasos hacia una plena democracia, si retrocederá, si abandonará la lucha, o si se animará a cruzar estas barreras democrático burguesas, está por verse. Trabajar para que estas barreras se crucen es obligatorio.
Lo concreto es que estamos frente a un gobierno que utilizará todo el aparato del estado para atacar en forma directa a toda la población. Por su tamaño, por su escala internacional, el capital concentrado no puede tener otra política que la del saqueo, lo que implica privatizaciones, apertura de importaciones, devaluaciones, desocupación, congelamiento de sueldos y jubilaciones, bloqueo de toda posibilidad de “crecimiento con inclusión social”, disminución drástica de la demanda de consumo. Y esto implica necesariamente también niveles de represión de una dimensión acorde con el tamaño del saqueo.
La Presidenta habló del “empoderamiento” del pueblo. Ahora todo depende del pueblo, como siempre, más que nunca. Pero se necesitan dirigentes y organización en la lucha de la población. Se necesita que la clase obrera se incorpore a la lucha política democrática. El paso a la actividad política general de la clase obrera es imprescindible. El argumento de que el movimiento obrero no debe hacer política porque sería someterse a la burguesía no se sustenta. El inmenso e inmediato repudio de los trabajadores del diario La Nación del editorial que reclamaba el ceso de los juicios a los genocidas de la última dictadura, es un hecho político de la más profunda significación, revela que se puede llevar adelante luchas políticas independientes de la política burguesa dentro de la democracia burguesa. Para enfrentar lo que viene es inevitable el desarrollo de la lucha de clases. No se puede derrotar al capital concentrado sin revolución social, pero para elevar la conciencia de la clase obrera y del conjunto del pueblo hasta el nivel que permita llevar a la práctica esa revolución social, se necesitan dar muchos pasos, muchas luchas, que al mismo tiempo son imprescindibles para frenar en cada momento, lo más que se pueda, la ofensiva del capital concentrado sobre todo el pueblo, ofensiva que ya ha comenzado el macrismo aún antes de asumir como nuevo gobierno.
Las dificultades que tuvo el gobierno kirchnerista frente al capital concentrado internacional, y que trató de sortear en alguna medida, la forma en que explicó el gobierno públicamente estas dificultades, es algo que se ha producido por primera vez en la historia, y que ha contribuido a elevar la conciencia de gran parte de la población.
Es cierto que la política kirchnerista de conciliación de clases, de predicar la creencia en un capitalismo posible con crecimiento inclusivo, ha enturbiado por otra parte la conciencia del pueblo. Pero por un lado eso lo han hecho todos los gobiernos burgueses. Y por otro las obras del gobierno, sus acciones y su discurso han elevado, contradictoriamente, parcialmente, esa conciencia. Ayudar a que se siga elevando, a despojarla de la creencia en la conciliación de clases, la unidad de acción en todo lo que signifique un avance real en las tareas revolucionario democráticas, etc., es obligatorio para todo verdadero socialista.

Carlos A. Larriera
1º.12.2015


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