sábado, 22 de noviembre de 2014

La Securitizacion o Titulización: de los préstamos “normales” a la especulación extrema

La Securitizacion o Titulización: de los préstamos “normales” a la especulación extrema



 La securitización o titulización es una operación que transforma la deuda tradicional entre prestamista y prestatario en una deuda cuyo acreedores son tenedores de bonos negociables no nominativos.

Tomemos como ejemplo el préstamo bancario tradicional. El oficial de crédito estudia el balance del potencial prestatario, su ganancia, sus posibilidades futuras, etc. En función de eso le otorgará un préstamo cuyo monto, plazo, tasa de interés y garantías colaterales exigidas estén en una correlación lógica con el resultado de ese estudio.

Si al vencimiento el prestatario no paga, el banco puede optar entre ejecutar (cobrar) el crédito o renovarlo. Dependerá de la evaluación del banco sobre si la falta de cumplimiento del pago se debe a razones no imputables al prestatario —como sería el caso de una mala cosecha por problemas climáticos— o por el contrario el prestatario tiene responsabilidad por la insolvencia, o simplemente a emprendido un negocio cuya perspectiva es negativa. En este último caso el banco no renovará el crédito y lo ejecutará. Pero su cliente prestatario ha tenido la oportunidad de renovarlo si ha salvado su responsabilidad y si el negocio tiene perspectivas futuras.

Este es el tipo de operatoria clásica. Pero la securitización sería el caso en que el banco, en lugar de renovar el crédito y mantenerse como acreedor, cambia su función, y se transforma en intermediario de una operación en que el monto de la deuda pasa a manos de un elevado número de bonistas anónimos, de bonos no nominativos.

En esta situación el cliente-prestatario del banco se vería en la encrucijada de no renovar el préstamo y fundirse, o aceptar la securitización. Pero esta securitización o titulización lo colocaría en manos de una multitud de bonistas acreedores, a los cuales no les interesa si el negocio del prestatario funciona bien o mal, sino la cotización de los bonos en el mercado. Los bonos se compran y venden, pasan de mano en mano. Si las perspectivas de cobro reales, o las presunciones —fundamentadas o no de las perspectivas de cobro son regulares o malas, la cotización baja, muchos bonistas se desprenden de los bonos, pero otros bonistas más aventureros —y necesariamente más inescrupulosos— los compran.

El negocio pasa a ser la diferencia que los compradores de bonos encontrarán entre su adquisición y su venta, o su adquisición y su cobro al prestatario al vencimiento.

Si los bonos en un determinado momento están, por ejemplo, al 20% de su valor nominal, comprarlos es arriesgado, pero si se los lograra vender a la totalidad de su valor nominal o a una cotización mucho más elevada del 20%, la ganancia puede ser muy grande, infinitamente superior a la tasa de ganancia “normal” en la industria y el comercio.

Desaparece por completo la relación prestamista-prestatario, banco-cliente. Esta relación implicaba que se efectuaban los préstamos a quienes manejaban su empresa —agraria, industrial, comercial, etc.— con responsabilidad y buenas perspectivas de rentabilidad, siendo normalmente esperable que se renovaran si el buen funcionamiento de la empresa se mantenía, incluso la renovación normalmente se efectuaba en aquellos casos en que la imposibilidad de pago derivaba de razones ajenas al normal funcionamiento de la empresa prestataria.

La securitización coloca al empresario “normal” en manos de prestamistas anónimos, que se cuentan por decenas, cientos o miles, cuya única finalidad es la especulación entre el precio de compra y el de venta o cobro al vencimiento.

La excusa que se ha dado para esta “flexibilización” del mercado financiero, esta transferencia de préstamo “normal” a préstamo securitizado, es la “ampliación del mercado de capitales”, la “posibilidad de financiar a más prestatarios”, etc., todas excusas que ocultan una voluntad de especulación extrema. Es una de las medidas más importantes dentro de lo que se ha llamado “liberalización del sistema financiero”.

En esto consistía la propuesta de Cavallo de creación de las cédulas hipotecarias, que era este mismo tipo de operación. En este caso consistía en transformar al chacarero en rehén de los tenedores de cédulas hipotecarias (“bonistas”).

Es lo que hizo Cavallo con la deuda externa cuando se “refinanció” siguiendo las directivas del Plan Brady. Hasta el Plan Brady los acreedores eran bancos. Después eran miles de bonistas.[1]

No fue casual. Los grandes bancos internacionales temían no poder cobrar todas las deudas que debían los distintos países. Con el Plan Brady los bancos acreedores pasaron esa deuda a una multitud de bonistas y se desentendieron jurídicamente. De esa manera en el caso de que no se pudieran cobrar las deudas externas de los países de las cuales los bancos habían sido acreedores ahora los perjudicados serían los bonistas.

Los fondos buitres son el ejemplo más extremo de esta especulación de bonistas, apoyados implícitamente por el gobierno de EE.UU., como gerente de la parte más importante del capital concentrado internacional, dado que los bonos de deuda son una parte importante de este capital concentrado.

Es importante que la población conozca claramente que es la securitización o titulización. A escala global —como en este momento— hace sólo pocas décadas que existe.

Carlos A. Larriera
22.11.14




[1] Ver, por ejemplo, el libro de Adrián Murano Banqueros, Los dueños del poder, Cómo y quiénes devastaron la Argentina, en particular págs. 203 a 214.

lunes, 17 de noviembre de 2014

En la Argentina se producen suficientes dólares, el problema es que se fugan o no se ingresan

En la Argentina se producen suficientes dólares, el problema es que se fugan o no se ingresan



La causa de la crisis económica mundial es la tendencia a la baja de la tasa de ganancia que explica Marx en el capital. Se puede decir que más que una tendencia —como lo era en la época de Marx— ahora es una realidad concreta: la baja de la tasa de ganancia es estructural, lo que hace que la crisis también lo sea.

Buscando aumentar su tasa de ganancia el capital, se ha ido desarrollando históricamente hacia la concentración y centralización. Ese proceso implica siempre la suba de la tasa de ganancia de las empresas que logran concentrarse, y la quiebra de las empresas que quedan en el camino.

Con el paso del tiempo la tasa de ganancia de las empresas concentradas, vuelve a bajar. Eso las obliga a realizar una nueva concentración. Este proceso se repite constantemente. La consecuencia es que cada vez menos empresas logran concentrarse y cada vez más empresas desaparecen.

Lo que salva, en parte, al capitalismo es el constante resurgir de las PyMes, que son algo así como el krill del capitalismo. Lenin lo señalaba: el continuo resurgimiento de PyMes es imprescindible para la supervivencia del capitalismo.

El proceso de concentración provoca una crisis en segunda instancia, la crisis de sobreproducción. Esto es porque al maquinizarse la producción se crean cada vez más mercancías con la misma cantidad de trabajo. Aumenta la proporción de maquinaria en relación con la cantidad de obreros en las fábricas.
Al concentrarse el capital, elevando la tecnología, aumentando la cantidad de mercancías producidas,  su tasa de ganancia aumenta si logra vender la enorme cantidad de mercancías que produce. Como al mismo tiempo que produce más mercancías emplea menos mano de obra, aumenta la desocupación y disminuye la capacidad de consumo.

Para vender esa sobreproducción, uno de los requisitos es que extienda su venta a todo el planeta y generalmente, también su fabricación, impidiendo o dificultando que cada país o región tenga su propio proceso “autóctono” de crecimiento.

El capital local no encuentra suficiente espacio como para crecer y desarrollarse hasta altos grados de concentración. Y cuando a pesar de todo el capital local logra crecer, se encuentra con el gran avance tecnológico mundial, y se ve obligado a partir de una proporción mucho mayor de maquinaria que de mano de obra. Por esta razón ya desde el comienzo de su desarrollo, su tasa de ganancia depende cada vez más de su capacidad de concentrarse.

Si el kirchnerismo lograra desarrollar el capital local, se encontraría en el mediano y largo plazo con un proceso de concentración local muy elevado, que sería la causa central de las crisis en ese momento futuro.

Pero en la actualidad las crisis en la Argentina no están provocadas por el alto grado de concentración del capital local, como lo serán en el futuro, sino por los ataques económico-financieros realizados por el capital concentrado (en su mayor parte internacional).

Los procesos de concentración en los países como Argentina son, sobre todo, importados. Los conglomerados empresarios mayormente extranjeros, son los que oligopolizan la producción y la venta.
Si Argentina estuviera en una situación similar a la de EEUU después de la Guerra Civil, tendría un largo período de crecimiento del capital local basado en la libre competencia, lo que implicaría un desarrollo capitalista acelerado. Para que esto sucediera debería partir de un masivo reparto de la tierra entre pequeños productores. Este crecimiento culminaría en un alto grado de concentración y las crisis consiguientes. La estructura latifundista impidió este desarrollo. La penetración del capital extranjero se basó en la asociación con esta estructura latifundista.

Como ha sido siempre en la historia del capitalismo, es el capital el que provoca las crisis, pero tiene la suficiente astucia como para usar a otros como chivos expiatorios. Es el caso de los judíos en la Alemania nazi, o los inmigrantes en la Europa actual, por ejemplo la política de Le Pen en Francia. Es el caso del invento del peligro terrorista por parte de EEUU. Se pueden mencionar las llamadas guerras religiosas, las guerras étnicas, etc., siempre provocadas en realidad por choque de intereses entre capitalistas (petróleo, diamantes, etc.).

Como decía el personaje de ficción Keyser Söze en Los sospechosos de siempre, película dirigida por Bryan Singer en 1995: La mejor jugada del diablo fue convencer al mundo de que no existía. La mejor jugada del gran capital es convencer a la gente de que las crisis económicas las provocan los gobiernos. O más precisamente, los gobiernos, los judíos, los “terroristas musulmanes”, las “guerras de religión”, las “guerras étnicas”, los inmigrantes, o por otro lado los asalariados que piden “insaciablemente” aumentos de sueldos, el “excesivo” gasto público, la emisión monetaria “que produce inflación”, la corrupción de los gobiernos (no se menciona a los corruptores que son los grandes capitalistas), etc., etc.
El estado es el aparato de dominación de la clase capitalista, bajo formas dictatoriales, o bajo formas democrático burguesas, parlamentarias, con mayor o menor grado de democratización. Y los gobiernos son los gerentes de esos estados, aún cuando hayan surgido de elecciones.

Pero los gobiernos pueden ser gerentes sumisos o gerentes con mayores o menores intenciones de gobernar favoreciendo al pueblo. Ningún gobierno puede dejar de gobernar para el capitalismo, con todo lo que esto trae aparejado, pero puede ejercer mayor o menor independencia política relativa con respecto al poder del capital.

Lo más importante para señalar es que las dificultades económicas y las crisis son provocadas por el capital, el generador de las crisis es el capitalismo, en particular el gran capital. Las crisis son inevitables bajo el capitalismo, la explotación del trabajo asalariado también, porque forman parte de la esencia del capitalismo. Los gobiernos pueden adoptar políticas que agraven o aceleren las crisis o políticas que las retarden o morigeren, pero no pueden evitarlas.

El capital concentrado a través de la prensa y todos sus voceros direcciona la opinión pública contra los gobiernos que no acatan incondicionalmente sus directivas. Como Keyser Söze, el capital concentrado (en adelante CC) permanece poco menos que invisible. Los oligopolios industriales y comerciales, que son parte del CC, aumentan los precios y son el principal generador de la inflación. Pero el CC direcciona la opinión pública hacia el gobierno responsabilizándolo como el hacedor de la inflación. Es poco lo que puede hacer el gobierno para provocar la inflación. La economía está privatizada, extranjerizada y oligopolizada. Los que ponen los precios son los oligopolios. Si el gobierno intenta poner un freno a los precios en forma drástica y eficaz, recibe una campaña en contra igual o mayor que la que se hizo durante el conflicto con el “campo” por la 125. Aunque la economía es privada, porque los que producen y distribuyen las mercancías son los oligopolios empresarios, la responsabilidad aparece como pública, del gobierno. El CC (los oligopolios son una parte de él) suben los precios, pero su “gran jugada” es que la población visualice al gobierno como el que provoca la subida.

La queja empresaria, la queja de gran parte de la clase media, y la queja popular más difundida cuando suben los precios es contra el gobierno. Suben los precios, automáticamente surgen quejas hacia el gobierno, en el medio: nada. Ignorancia absoluta sobre los mecanismos concretos que llevan a la suba de precios y la inflación. ¿Quién le dijo a la población que la suba de los precios la provoca el gobierno? Los grandes empresarios, el CC, obviamente saben que son ellos los que los suben, pero invisibilizan su accionar y responsabilizan al gobierno. Esa denuncia se derrama hacia abajo a través de los distintos estratos sociales inducidos a tomarla como una verdad de la naturaleza de las cosas. Para esta operatoria el CC cuenta entre otras cosas, con la mayor parte de la prensa oral, escrita y televisiva. En Internet, por ahora, hay muchos sitios alternativos que revierten un poco el sesgo de la información. Pero en la conciencia popular sigue siendo generalizada la idea de que la suba de los precios tiene como su responsable primario al gobierno mientras los oligopolios industriales y comerciales (como parte del CC) siguen invisibilizados.

Ahora bien, ¿Tiene realmente tanto poder el gobierno como para subir los precios o bajarlos? El gobierno parece poderoso a los ojos del pueblo cuando obedece disciplinadamente al CC, porque en ese caso (como en el menemismo) la mayor parte de la prensa lo elogia, mientras oculta los efectos negativos de su política, etc. Y cuando un gobierno intenta hasta cierto punto, medidas favorables a la población que al mismo tiempo disminuyen el monto total de los subsidios al CC, la feroz campaña antigubernamental de éste coloca al gobierno como el causante de todos los males económicos y sociales.

Al mismo tiempo se pone en evidencia cada vez con mayor fuerza, que el gobierno no tiene todo el poder ni mucho menos, aunque muchos persistan en no verlo o apreciarlo.

Este gobierno ha hecho mucho y sigue haciéndolo para que el pueblo pueda visibilizar como el verdadero responsable al CC. Ningún gobierno anterior lo ha denunciado tanto ni en forma tan concreta, describiendo muchos de los mecanismos a través de los cuales el CC boicotea las medidas gubernamentales.

Economistas ortodoxos y semiortodoxos responsabilizan al gobierno por la inflación. Afirman que hay leyes y normativas que lo habilitan para frenar la inflación con éxito. Olvidan que esas disposiciones casi nunca se cumplen, y si un gobierno intenta hacerlas cumplir en la medida necesaria, recibe una oposición feroz. El problema de hasta qué punto un gobierno democrático burgués tiene herramientas legales para controlar al CC es relativamente comentado pero poco aclarado. En líneas generales es imposible un control pleno y eficaz del CC. En términos relativos no es mucho ni suficiente lo que pueden hacer los gobiernos. La última medida de la AFIP de suspender temporalmente el CUIT a varias empresas es novedosa y de alta efectividad porque impide la facturación de la empresa y por ende su actividad legal.

Esta acusación de que el gobierno no controla la inflación, omitiendo toda mención a los oligopolios que son los principales actores que la producen, muestra una realidad en la que el CC permanece invisibilizado. Y esta invisibilización la realizan todos los analistas, en mayor o menor grado, estén enfocados desde la derecha, o incluso también desde el centro o en muchos casos desde la misma izquierda, por usar esa terminología. Es como si el gobierno pudiera dirigir la economía a voluntad para donde quisiera, haciendo abstracción de la existencia y acción del CC.

El alejamiento de la realidad por parte de la mayoría de los comentaristas es notorio, en una dimensión difícil de explicar con palabras. En el tema del título del artículo esta alienación es notoria y arquetípica. En el país se producen suficientes dólares. Se calcula que existen entre doscientos y cuatrocientos mil millones de dólares de argentinos depositados en bancos o invertidos en propiedades, etc., en el exterior, y esto solo pone en evidencia que si esos dólares hubieran entrado al país, como corresponde hacerlo, no existiría la llamada restricción externa, no faltarían dólares, el balance de pagos comercial (dólares por exportaciones menos dólares por importaciones) sería ampliamente superavitario y consecuentemente también el saldo de cuenta corriente (todos los dólares que entran por todo concepto menos todos los que salen). Es importante señalar que todos los dólares que entran por exportaciones deben por ley, ser liquidados en el mercado único de cambios, o sea ingresar los dólares al país a cambio de su equivalencia en pesos al cambio oficial. La mayor parte de esos 200 ó 400 mil millones dólares de argentinos en el exterior se debe a que o bien no ingresaron los dólares, o bien han fugado divisas después que fueran ingresadas, utilizando para ello la autopista de fuga que son los bancos. Es fundamental tener en claro que el movimiento de divisas entre países no es mágico, por más que se haga por Internet es de cuenta bancaria a cuenta bancaria, es por transferencia bancaria. No existe otra forma de transferir dinero. Todas las operaciones, por más complicadas que sean, empiezan y terminan en cuentas bancarias. Las transferencias de dólares, euros, en efectivo, en valijas, etc., es un porcentaje muy menor, no cambia el hecho fundamental de las transferencias entre cuentas bancarias.
En todos los análisis que culpabilizan al gobierno todo esto se omite, no se tiene en cuenta. En este momento aparece más ante la opinión pública con casos como el de Procter & Gamble, en los que, o se omite ingresar divisas (por exportaciones) o se paga más de lo necesario (por importaciones), o se fugan directamente a través de los bancos. Si esto no sucediera, sobrarían divisas. Pero según la oposición el problema de la falta de divisas es provocado por el gobierno. Y, en todo caso, si la oposición menciona la sobre o subfacturación, se asegura de responsabilizar al gobierno por permitirlo, como si impedirlo fuera sencillo; y además es la misma oposición burguesa la que se encarga de demonizar esos intentos de control por parte del gobierno como “ataque a las empresas”, etc. Es una impresionante alienación —totalmente naturalizada— en el análisis de la realidad. La exportación de la producción agropecuaria es privada, en manos de un puñado de oligopolios exportadores. Si el gobierno pretendiera controlarla, creando algo parecido a una Junta Nacional de Granos o nacionalizando el comercio exterior, etc., las voces de la oposición se elevarían por el cielo. Aquí también la oposición defiende la economía privada, oligopólica y extranjera, pero adjudica la responsabilidad del funcionamiento general de la economía al gobierno, el cual no es propietario de la gran economía, aunque según la oposición es responsable de su funcionamiento.

Un ejemplo de todo esto es Venezuela. Su exportación, en un 95% es estatal, PDVSA, el petróleo. O sea que no tiene el problema de subfacturación de exportaciones, ingresan todas las divisas al país. Pero tiene problemas de falta de divisas, de dólares. ¿Cómo puede ser? Esto se debe a la posterior fuga de divisas a través de las autopistas que son los bancos. ¿Y cómo el gobierno lo permite? Aquí volvemos al tema de hasta dónde un gobierno democrático burgués puede controlar al CC. Evidentemente el gobierno venezolano no controla adecuadamente el funcionamiento de los bancos. Pero este control no se hace efectivo satisfactoriamente en ningún país del mundo, ni siquiera en la Argentina. Controlar a las empresas, según la oposición burguesa, es contra la “libertad de comercio”, contra el “libre funcionamiento de los mercados”, “desalienta la inversión”, atenta contra el “secreto bancario”, atenta contra el “secreto comercial”, etc. Las empresas oligopólicas pueden subir los precios mientras haya demanda solvente para consumir, pero los gobiernos no pueden auditar cuáles son los costos reales de las empresas. Esto se vio en particular en la discusión en la Argentina sobre la ley de abastecimiento, y en la implementación de los precios cuidados. Auditar los costos, no, pero subir los precios es una potestad intocable de los oligopolios. Auditar los costos, no, pero subir las tarifas o reclamar su suba por parte de las empresas de servicios públicos, sí.

Ignorar la fuga de divisas a través de los bancos, o el no ingreso de una buena parte de las divisas generadas por las exportaciones, o la fuga por sobrefacturación de importaciones y al mismo tiempo, pretender analizar la restricción externa como un problema generado por los errores de la política gubernamental, es la otra jugada del CC, provocar el problema (falta de divisas) y responsabilizar al gobierno por eso. Los grandes problemas económicos del mundo, y la crisis actual, es producida por el capitalismo, en particular el CC, pero los que aparecen como causantes son siempre otros, los gobiernos, los inmigrantes, los trabajadores que reclaman, etc. Keyser Söze es omnipresente pero siempre invisible.

Carlos A. Larriera


18.11.14