domingo, 10 de abril de 2011

ESCRITOS ANTIGUOS

ARTICULO DEL 13 DE ABRIL DEL 2006

Que se puede esperar de Ollanta, 13.4.2006

Ollanta Humala es originalmente etnocacerista, admirador del general Andrés Avelino Cáceres, que a finales del siglo XIX dirigió las guerrillas indígenas de resistencia contra las tropas invasoras chilenas y los abusos que ellas cometían. Cuando los guerrilleros indígenas continuaron su lucha contra los hacendados peruanos, Cáceres los traicionó. Según el hermano de Ollanta, Antauro Humala, Cáceres no sólo los traicionó, sino que los hizo fusilar. Luego Cáceres fue presidente, y los hacendados mantuvieron todo su poder.

Los Humala no reivindican al movimiento indígena democrático y de acción directa ni al movimiento comunero que recuperó las tierras de las falsas cooperativas creados por Velasco Alvarado. Sus emblemas son Cáceres y Velasco Alvarado, dos militares que dirigieron a los indígenas y cuando éstos querían aplicar su democracia, contestaban reprimiéndolos. En el partido de Humala manda el comandante. Su verticalismo es estructural.

En 1983 Ollanta estudió represión antiterrorista en la famosa Escuela de las Américas de Panamá. Hay denuncias puntuales contra Humala por familiares de desaparecidos y por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos por la desaparición de personas durante la represión al senderismo.

La mayoría de los oficiales del ejército, que ahora son personas de confianza de Humala, firmaron el "Acta de Sujeción" en 1999, redactada por Montesinos, comprometiéndose a rechazar cualquier investigación a militares que hubieran participado en el autogolpe de Estado de Fujimori de 1992 o violado derechos humanos en la represión de la guerrilla de Sendero Luminoso (1980-2000).

Existe además evidencia de que militares y empresarios montesinistas forman parte del entorno íntimo del candidato nacionalista.

Ollanta no tiene origen campesino como Evo Morales, o en alguna medida, Chavez. Sólo tiene su base social en los reservistas del ejército.

Humala representa una aspiración de cambio frente al fracaso social que caracteriza el modelo neoliberal. El 88,2% de peruanos tienen sueldos de entre 12,8 y 128 euros mensuales. En el Perú hay más del 60% de la población en situación de pobreza y del 25% en extrema pobreza. Los problemas de la población son demasiado agudos como para esperar.

Ollanta Humala emerge como un referente para amplios sectores del pueblo empobrecido, particularmente en las zonas rurales. En el sur y centro del país el apoyo popular llega a un 70% y 80%. Aunque el PBI de Perú ha crecido en los últimos años, debido fundamentalmente a las exportaciones, sobre todo del sector minero, la desigualdad social y la pobreza continúan.

Ollanta Humala no es un revolucionario social. Sus antecedentes son claramente represores y autoritarios. Su coincidencia con algunos sectores de izquierda es meramente electoral. Propone un populismo nacionalista que surge de la contradicción que recorre toda América Latina: la oposición social al neoliberalismo; grandes movilizaciones sociales que descreen de los políticos tradicionales y reclaman el reemplazo del neoliberalismo por gobiernos que recuperen el empleo y el bienestar social. Con variantes, en las últimas décadas en América Latina ha predominado el neoliberalismo, es decir, la concentración económica empresaria. La resistencia social obliga al poder a levantar el pie del acelerador, dar rodeos, etc.

El gran poder económico desea mantener las privatizaciones, los subsidios y los privilegios. Prefiere a Lourdes Flores, o en el peor de los casos a Alan García. Pero si la resistencia popular se traduce en votos, deberá aceptar la nueva realidad, y llegar a acuerdos con Ollanta.

Humala no plantea la expropiación ni la nacionalización de las empresas privatizadas. Ha dicho claramente que lo que quiere hacer es que el Estado participe de áreas estratégicas. Plantea cambiar la constitución liberal actual que prohibe al estado participar en la actividad empresarial y que otorga igual condición al capital nacional y al extranjero. Retóricamente plantea la industrialización y la protección de la agricultura. Propone la soberanía alimentaria frente a todas las importaciones subsidiadas que desplazan la producción interna.

Proyecta auditar las privatizaciones, regresando al Estado las empresas privatizadas irregularmente para ser nuevamente privatizadas; pero esta vez para desarrollar empresas nacionales asociadas con transnacionales. No expropiará a las multinacionales sino que se limitará a intentar que el Estado ingrese como accionista en estas empresas. Piensa aumentar las regalías, los impuestos a las ganancias y las retenciones.

En A. Latina existe una tendencia en las burguesías intermedias o grandes de aumentar su participación en los negocios, aprovechando la creciente multiporalidad que se desarrolla en el planeta. Se puede utilizar una relativamente pequeña parte de la alta renta de los productos exportables (petroleo, gas, minería, soja, etc.) para ejercer un populismo mas o menos limitado según los países y de esta manera contener la presión social por cambios sustanciales. A cambio de esto, los sectores de poder económico directamente involucrados en estos gobiernos populistas, reclaman una parte mayor en la concentración económica.

Y a este esquema corresponde muy bien Ollanta Humala. Y lo dice claramente en sus declaraciones. Incluso puede ser funcional a la gran burguesía minera del Perú, con alta participación de capital extranjero, que constituye, en este momento, el sector económico más fuerte, y que tiene serios problemas con la resistencia popular para llevar adelante sus explotaciones.

En Argentina es famoso el caso de Esquel, pero a todo lo largo de la cordillera se suceden casos equivalentes. La rebelión actual de los pueblos originarios tiene mucho que ver con esto. Tradicionalmente los indígenas han quedado reducidos a zonas marginales del campo de bajo rendimiento, desplazados por los terratenientes. Pero de alguna manera conservaron algún territorio propio. Las necesidades actuales de explotación minera, petrolera, gasífera, y agrícola, como la soja, con tasas de rentabilidad extraordinaria, atraen a los grandes grupos económicos de todo el mundo, quienes no dudan en desplazar, con cualquier método, de sus territorios a sus primitivos habitantes. Esto genera una rebelión generalizada. A esto se agregan los métodos de la minería a cielo abierto, con efectos ecológicos devastadores, que moviliza, en su contra, a todo tipo de población urbana y rural, pobres y clase media. El ejemplo equivalente más cercano que tenemos es Gualeguaychú.

Ante la posible realidad de un triunfo de Humala, los capitales mineros pueden encontrar en él un eficaz instrumento para frenar la resistencia social. Humala puede aprovechar su ascendiente, y el dinero de la renta exportadora, para postularse como dirigente del campesinado y dividir al movimiento frenando sus impulsos antiminería.

Otro rol posible, si la situación social se hace explosiva y los intereses mineros y concentrados se agudizan, es una guerra con Chile, con la excusa de reivindicaciones históricas, que sirva como desvío de los reclamos sociales y pueda, incluso eventualmente, servir de justificación para una separación de territorios como en el caso de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia.

A pesar de su carácter esencialmente populista autoritario, no existen en este momento condiciones objetivas para que Ollanta se transforme inmediatamente en un dictador. Su populismo será más progresista o más regresivo, de acuerdo a cómo se desarrollen la resistencia popular y los juegos de intereses relacionados con el reparto de la concentración económica.

El gran capital concentrado no tiene nada que temer de Humala, salvo el hecho de tener que darle alguna participación en sus ganancias.

Carlos A. Larriera

13.4.06